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El análisis

¿Por qué Singapur sí y Canarias no?

Que un pequeño archipiélago tropical sin recursos naturales, ni agua ni tierra cultivable, haya alcanzado el éxito en apenas 30 años es una señal inequívoca de que cuando se hacen bien las cosas, se cuenta con una meditada estrategia, y la aplicas sin vacilaciones ni titubeos, acabas triunfando.

Es sorprendente que este diminuto archipiélago, con una isla principal de apenas 700 km cuadrados, la misma superficie que la Isla de La Palma, y algo más de cinco millones de habitantes, haya conseguido pasar de estar calificada como "región en vías de desarrollo", con una renta per cápita de apenas 9.000 euros en 1989, a ser considerada en la actualidad, la ciudad estado más rica del planeta, con más de 50.000 euros de renta. Sin duda, estamos ante un caso de éxito que nos enseña cómo en un tiempo relativamente corto se puede alcanzar el máximo desarrollo económico.

Con estos datos, la pregunta es obligatoria, ¿cuál es el secreto de Singapur?, ¿sería posible trasladar su exitosa fórmula a Canarias?

El éxito económico de Singapur radica en su interpretación del fenómeno de la globalización. Conscientes de su propia realidad y de las limitaciones propias de su territorio, optaron por abrirse al exterior y crear un clima favorable para los negocios. Así, se hizo del gobierno una máquina que fomentara una eficiente inversión pública cuyo objetivo fuese atraer a las empresas internacionales. Sin duda, la creación de una fiscalidad favorable, el efectivo cumplimiento de unas severas leyes contra la corrupción, potenciar unas impresionantes infraestructuras marítimas (su puerto es de los mayores del mundo por tráfico de contenedores) y la seguridad jurídica que brinda su ordenamiento, la han convertido en una economía puntera, altamente favorable para atraer inversión extranjera directa.

Así, por ejemplo, los trámites relativos a la creación de una empresa se resuelven en 15 minutos, frente a los 30 días o más que se tarda en Canarias. Si hablamos de impuestos, la diferencia es abrumadora, a pesar de contar en nuestro territorio con la capacidad para modular, bajos ciertos parámetros, nuestro propio régimen económico y fiscal, creo que históricamente no hemos sabido "exprimir" al máximo nuestra singularidad como archipiélago. En Singapur, por ejemplo, el IRPF es de los más bajos del mundo (oscila entre el 0% para rentas de hasta 20.000 euros y el 20% para rentas más altas) y, además, no existen impuestos sobre las ganancias de capital o sobre las herencias.

Además, este rápido crecimiento económico viene de la mano del desarrollo humano y social. Desde el primer momento, Singapur prestó atención a las necesidades sociales de su población: desde la vivienda a la sanidad, pasando por la educación, el empleo y el medio ambiente. En la actualidad mantiene una de las tasas de desempleo más bajas del mundo, con menos de un 2% de paro, nada que ver si lo comparamos con la tasa de desempleo superior al 30% con la que contamos en Canarias. Estaremos todos de acuerdo en que en ninguna sociedad cabal pueden permitirse esas cifras por más tiempo.

Una de las claves de este éxito es precisamente su legislación laboral, muy novedosa en la región. Ésta ha regulado el mercado de trabajo sin entorpecerlo, lo cual ha permitido que tanto empresarios como trabajadores puedan negociar con mayor facilidad los salarios. La combinación de estos factores, ha permitido que sus habitantes hayan podido potenciar sus habilidades humanas, elevando su nivel de vida hasta cotas inimaginables hace unos años.

Singapur ha edificado su éxito sobre la base de una sociedad multilingüe, sumamente capacitada y formada, y donde el conocimiento del inglés es obligatorio. Creo que en lo que a la educación en Canarias se refiere, el problema es estructural, puesto que si bien contamos con magníficos docentes, nos encontramos una realidad que demuestra que las universidades canarias no están alineadas con la realidad empresarial y que el dominio del inglés es una quimera, algo verdaderamente sorprendente en un territorio en el que su locomotora económica es el turismo. Una sociedad que no está capacitada para atender la llegada de capital extranjero nunca podrá ser centro de captación de inversiones.

¿Y en Canarias no podría hacerse algo parecido? Contamos con una inmejorable situación geoestratégica, incluso mejor que con la que cuenta Singapur, ubicada en un paso obligatorio entre ambos hemisferios. Canarias se presenta como una excelente plataforma tricontinental de comercio y logística entre Europa, América y especialmente África, lo que sin duda debería servir de atracción a la llegada de nuevas empresas con vocación de operar en mercados globales. Esto sin olvidar el carácter de nuestra gente y nuestros lazos históricos con los continentes mencionados. Además, contamos con un Régimen Económico y Fiscal propio (REF), que nos otorga un margen de maniobra amplio. Instrumentos como las Zonas Francas y la Zona Especial Canaria (ZEC), entre otros, no son más que buenos ejemplos de los instrumentos tan atractivos con los que contamos para atraer inversiones y que se nos reconoce desde Europa.

Personalmente creo que para crear prosperidad en Canarias debemos contar con un proyecto de futuro bien definido, que su diseño permita la llegada de inversión foránea y que permita a nuestras empresas ser competitivas fuera de las islas. Del mismo modo, el modelo de industrialización debe asentarse en el fomento de las exportaciones, sin sobreprotección de nuestra industria, evitando así la pérdida de competitividad exterior y, todo ello, con absoluto respeto al medioambiente. Canarias, en definitiva, debe convertirse en referente del negocio internacional aprovechando nuestras capacidades y ubicación geográfica. Para ello, será imprescindible contar con un gobierno regional cohesionado que logre consensos y que sume a todos los agentes económicos y sociales del Archipiélago, anteponiendo el interés general a los particulares de cada uno.

Querido lector, a estas alturas del artículo me gustaría preguntarle si no tendría sentido que Canarias tuviese la legítima ambición de convertirse en lo que es y representa hoy en día Singapur en sus relaciones comerciales con el resto del mundo y copiásemos su actual modelo. De lo contrario, siempre nos quedará aquello de seguir presumiendo del mejor clima del mundo.

(*) Abogado y economista, es director de PwC Tax & Legal Services en Canarias

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