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Opinión

Por siempre Zaja

Zaja Hadid ha sido durante las últimas décadas sinónimo de mujer arquitecta, así, con mayúsculas. Sus propuestas rompedoras atrajeron desde los años 80 la atención y la valoración de todo aquél interesado en la arquitectura y la ciudad contemporánea. Y cualquier grupo de mujeres arquitectas al buscar referentes apuntan a Zaha como primera opción.

También desde aquí se estuvo atento a su trabajo desde sus inicios. Así, recuerdo ahora, cuando en 1991 Joaquín Casariego, siendo entonces Director de la Escuela de Arquitectura, la invitó a impartir la conferencia de clausura del XXIII Congreso de la Asociación Europea para la Enseñanza de la Arquitectura, La Arquitectura de la Gran Escala que tuvo lugar en dicha Escuela, y Zaha Hadid aceptó! El regocijo de todos los que estábamos en aquellos momentos involucrados en la actividad cultural de la Escuela fue enorme. Lamentablemente -cosas del destino- una semana antes de la conferencia programada nos llegó una carta urgente remitida por la arquitecta explicando que le había surgido un imponderable que le impedía venir. La habían solicitado desde Hong Kong, donde había ganado en 1983 el concurso para The Peak y que en esos momentos planeaba iniciar su construcción. Por fin se le ofrecía la oportunidad de realizar una obra, lo que explica que anulase todos sus compromisos previos. Hasta entonces su producción había sido exclusivamente teórica, aunque no por ello menos atrevida, y a partir de la cual ya había atraído un enorme interés. Sus dibujos, que en ocasiones se califican de neoconstructivistas, se convirtieron en la imagen de la ciudad soñada, el futuro urbano que ella parecía prever como nadie. Sentimos mucho que finalmente no viniera a las Islas, pero también comprendimos la fuerza de sus motivos, al tiempo que intuimos que se perdía una oportunidad única de contar con su presencia en este paisaje, como así terminó siendo.

Si bien su primera obra no se iniciaría hasta 1993, y no sería en Hong Kong sino en Alemania, (La Estación de Bomberos Vitra), arrancó en esos años una carrera meteórica que llevaría a Zaha Hadid a realizar proyectos y obras por todo el mundo, convirtiéndola en uno de los puntos más refulgentes de entre la pléyade de Arquitectos Estrella. En esa escala del Olimpo fue además la única mujer, quizás con la compañía de Kasuyo Sejima.

Su condición de mujer, de mujer árabe, constituyó parte de su discurso y tal vez de su talante, calificado de glamuroso, inquietante, poderoso. Todas ellas cualidades vinculadas a la fuerza, que con claridad se desprende de toda su producción, y también de su propia personalidad. Fuerza que también aplicaba en su activismo en pro de la igualdad en la producción arquitectónica, como demostró recientemente en su lucha incesante para alcanzar la concesión del Premio Pritzker (que ella misma recibió en 2004) para Denise Scott Brown, que debía haberlo recibido junto a Robert Venturi en 1991.

En 2006, con ocasión de la exposición en el MOMA de New York On site: New Architecture in Spain, tuve la ocasión de saludarla, y de comprobar en directo, que su presencia era tan impactante como su propia obra. Belleza y Fuerza, es como la define Rem Koolhaas. A esa potencia se refiere Rowan Moore en su libro Why we build, donde la selecciona como protagonista del capítulo en el que se profundiza en las relaciones del poder y las finanzas con la arquitectura. En ese capítulo se expresa con claridad parte del trabajo de los arquitectos, aquella en la que tienen que defender la calidad de sus propuestas, frente a quienes sólo anhelan un slogan o una firma. Lo difícil que es avanzar en la producción arquitectónica cuando lo que se demanda es el sello de la Diva. Y eso después de haber escalado con tanta dificultad hasta esas posiciones.

Me pregunté entonces si ese perfil, al menos público, sería en parte resultado de su propia condición de mujer. Lo que es seguro es que si alcanzar las cotas de excelencia que ella alcanzó en la producción arquitectónica exige un esfuerzo y una valía indudables, ambos debieron multiplicarse al acompañar su condición de mujer. Y si bien le molestó que se dirigiesen a ella como a la Diva, contestando que no la llamarían de ese modo si fuese un chico, debió necesitar pisar más fuerte y levantar la cabeza, para evitar más un de traspiés.

No obstante, de Zaha destacó siempre, por encima de ninguna otra consideración, la calidad de su trabajo, lleno de valentía y de audacia. Cuántas veces hemos estudiado y revisado su Estación de Bomberos Vitra (1993) y el LFone Landesgartenschau (1999), ambos en Weil am Rhein, Alemania; el Centro de Arte Contemporáneo Rosenthal (2003), en Cincinnati, Estados Unidos; el MAXXI de Roma, Italia (2010). Así como la meticulosidad de sus representaciones, desde la geometría imposible de sus propuestas urbanas (tan atractivas y motivadoras), desde sus primeras representaciones hasta sus Planes Directores, como el de Zorrotzaurre en Bilbao o el Kartal en Estambul, hasta la minuciosidad de sus maquetas, al modo de piezas de orfebrería, de entre las que tuve la ocasión de contemplar la de su Edificio Euskotren Headquarters, en Durango, Vizcaya. Además de la fascinación futurista de sus espacios domésticos, como su instalación Aura-Villa Malcontenta en la Bienal de Venecia de 2008, desarrollada a partir de la composición armónica de Palladio.

¡Cuántas estrellas está reclamando el cielo en estos tiempos!

Zaha seguirá brillando por siempre, desde allí y desde todos los lugares que contribuyó a crear.También desde este rincón de Canarias hemos querido brindarle unas palabras de reconocimiento y respeto.

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