Tuvieron dos hijas; una, la primera, se la robaron en una clínica canaria. Nació en 1962, su hermana en abril de 1971. Se llevaban 11 años. Desde aquel día la vida de Juan y Micaela ha sido un dolor constante; como una punzada que no remite. Nadie les explicó nada porque es difícil explicar lo inexplicable; que un bebé naciera sin problema y que al día siguiente su cuna amaneciera vacía. Se puso malita, se la llevaron y no lo superó. Murió y los piadosos de siempre la enterraron. No le dieron el certificado de su muerte. La historia se repite. Ellos nunca los creyeron. Han vivido arrastrando una culpabilidad injustificada. "Debimos estar más pendiente de la niña", se reprochan hoy. Presentaron denuncia, dieron detalles del médico que asistió el parto pero ni les respondieron. Después de conocer tantos casos de niños robados tomaron consciencia del tráfico de bebés que había en las maternidades.

Su única hija y ellos se han ido acercando tímidamente a las asociaciones que en Canarias luchan para que unos progenitores encuentren a hijos y unos hermanos a otros hermanos. Cada vez que escuchan historias ajenas Juan y Micaela comprueban que están en su misma situación y se ponen malos. Ya son mayores. Las asociaciones que tratan de abrir una brecha en unos casos sangrantes y oscuros están ilusionadas porque todos los grupos del Parlamento de Canarias apoyan una proposición no de ley para que el Estado impulse una investigación y asigne recursos con el fin de que las familias biológicas separadas a la fuerza se reencuentren. Necesitan ayudas y hacer ruido. Cuando se ponga en marcha la decisión política los padres y hermanos que buscan a los suyos quieren estar presentes. Micaela y su marido, también; aunque la salud no les acompañe, pero no parece que les puedan convencer de lo contrario. El viaje a Tenerife tiene para esos padres un significado especial; quieren acompañar a los afectados que representan a tantos bebés robados y desean acudir como homenaje a la hija sustraída, como si no quisieran dejarla sola, despistarse como aquel día de 1971 pese a que el bebé ya solo existe en un expediente.

Querían llamarla Inés y con esa ilusión resisten el paso de los años.

Y su pena.

stylename="050_FIR_opi_02">marisolayala@hotmail.com