Por qué la honestidad en la ciencia es importante? ¿Por qué paramos el coche ante un semáforo en rojo? ¿Qué tiene que ver la luz roja del semáforo con la honradez en la ciencia? Los principios que guían a los investigadores y científicos no son muy diferentes de nuestra conducta en otras facetas de la vida. Los errores y fraudes no son infrecuentes en la investigación científica, como tampoco lo es pasarse un semáforo en rojo. Los investigadores compartimos con el resto de los humanos las mismas posibilidades de realizar actos fraudulentos. La ciencia puede ser moralmente neutral (como es el semáforo) pero los conductores y los investigadores no pueden serlo. El paso de la fama al fraude es tan pequeño en la ciencia como en otros caminos de la vida. Según el Diario Médico, el fraude en la investigación científica ha aumentado diez veces desde 1975.

El único principio ético que ha hecho posible la ciencia es que la verdad debe decirse siempre. Decía Moliere en su obra Tartufo que "es mejor errar, si uno debe errar, por el lado de la verdad". La detección del fraude científico es menos importante que su prevención. La mayoría de los casos conocidos de fraude en ciencia suceden en áreas en donde la actividad investigadora es más competitiva, como en las ciencias de la vida y de la salud. No hay que confundir error mal intencionado o fraude con investigación mal hecha. John Ioannidis, profesor de epidemiología y bioestadística de la Universidad de Stanford, afirmaba en un artículo publicado en 2005 que el 95% de los resultados de las investigaciones médicas son falsos, lo que equivale a decir que el 95% de los resultados de las publicaciones médicas no sirven para nada. Parafraseando a los directores de cine Joel y Ethan Coen, esa afirmación sugeriría que más del 95% de las tesis doctorales, presentaciones en Congresos y publicaciones en revistas médicas habría que "quemarlas después de leer".

La honestidad en la investigación científica es vital porque no existe ningún policía en el semáforo de la ciencia. La honradez del investigador descansa en la confianza depositada por los demás. Copiar ideas y proyectos y plagiar tesis doctorales y publicaciones son actos deshonestos que se producen y del que tenemos varios ejemplos en universidades y hospitales. No nos extrañemos. Un 40% de los universitarios españoles han confesado que han copiado alguna vez. No se sucumbe a la tentación de ser deshonesto mientras no exista tentación. Entre las causas del fraude científico destacan la presión social para publicar, lo difícil que resulta pillar a alguien in fraganti, el autoengaño que hace ver lo que se quiere, y la indiferencia y complicidad de los demás. El abanico del fraude en ciencia es amplio: desde acceder a datos sin aprobación previa de un estudio o sin autorización de los pacientes hasta eliminar datos para que los resultados parezcan exactos o inventar datos que no se recogieron o mencionar resultados de experimentos que nunca se realizaron.

La mayoría de nosotros se irrita cuando un coche se salta un semáforo en rojo, pero muy pocos escribimos el número de la matrícula y lo denunciamos a la policía, a menos que alguien sea atropellado. El soplón es un elemento importante para mantener la integridad de la investigación científica. En el mundo científico, chivarse es pregonar una actividad deshonesta o científicamente inaceptable por un investigador o grupo de investigadores. La universidad, el hospital, el centro de investigación y las comisiones deontológicas deben ser quienes solucionen este grave problema. Hace unos años, un médico británico que era miembro de comités de ética fue borrado de los registros de su profesión por utilizar a sus pacientes como conejos de indias sin su consentimiento y por recibir dinero de laboratorios farmacéuticos para que probara en ellos medicamentos. En otro caso de fraude, un médico que también era miembro de comités de ética, accedía con su clave o con las claves cedidas por médicos insensatos a las historias de pacientes tratados por diferentes especialistas para obtener datos clínicos sin ninguna supervisión y sin consentimiento de los pacientes. Esa información era utilizada para publicar artículos y dirigir tesis doctorales, llegando a cobrar por los datos que había obtenido y analizado de forma fraudulenta. Para quienes denunciaron estos hechos delictivos no fue fácil convertirse en chivato. Decidieron hablar porque la confianza vertebra nuestra profesión y no se debe abusar de los enfermos, ni del sistema sanitario, ni de sus profesionales.

En mis clases sobre Ética de la Investigación siempre enseño a mis alumnos que hay cinco razones para denunciar los delitos por fraude en la ciencia: permites que las autoridades actúen cuando conocen hechos delictivos, exiges a las autoridades resultados sobre las denuncias, participas para mantener la seguridad de todos, impides que el delito se siga repitiendo, y se borra a la persona deshonesta de la lista de investigadores de un centro y de su profesión. Buen día y hasta luego.

(*) Médico investigador del Ciber de Enfermedades Respiratorias del Instituto de Salud Carlos III, del Hospital Universitario Dr. Negrín de Gran Canaria y del Keenan Research Center for Biomedical Sciences de Toronto (Canadá)