Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Impresiones sobre un debate prematuro

Acostumbrados al prisma dicotómico y las emociones fuertes del clásico cara a cara, el debate del lunes ha causado una sensación tibia que tendría que sentarnos bien para afrontar el momento político que se avecina como más nos conviene, con templanza. Faltó tensión, no hay un vencedor ni un claro perdedor y, en general, reina la impresión de que seguimos sin ser capaces de orientar con determinación nuestros pasos en la emboscadura política de la crisis. El debate empezó bien y acabó regular. Las interrupciones publicitarias resultaron demasiado largas y el guión se descompuso en el último tercio, dejando el encuentro un tanto abandonado a su suerte. Pero no fue inútil, sino prematuro.

Me explico. El debate ha permitido a los españoles vislumbrar la situación política que vivimos en toda su complejidad, aún cuando no estuvieron presentes algunos actores relevantes, como los partidos nacionalistas, ni se abordaron en su completa extensión todos los temas que nos desafían. Pudimos comprobar que Rajoy, con o sin razón, lo que en absoluto resulta baladí, sino más bien el meollo de la cuestión, es un gran problema. No lo sería si no fuera porque es el ganador de las últimas elecciones y el principal favorito para ganar las próximas. Por tanto, salta a la vista que será un obstáculo en las negociaciones para formar gobierno. El problema reviste especial gravedad desde el momento en que Ciudadanos lo ha tomado como pretexto de la pugna abierta al PP por un mismo espacio electoral. Ningún aspirante a la Presidencia del Gobierno ha sido impugnado en plena carrera hacia las urnas como lo está siendo Rajoy.

También se ha visto que el PSOE está envuelto en una paradoja de difícil salida. Su candidato dedicó el minuto de oro a movilizar a los electores socialistas retraídos por las dudas, pero sin despejar las que atenazan al partido a la hora de elegir socio para gobernar. Así, aquellos podrían estar a la espera de una información que el partido no ofrece porque no tiene una decisión tomada, para no ceder su posición estratégica en las negociaciones o por miedo a perder el voto de otros electores.

El debate ha tenido, por encima de cualquier otro, el efecto de transmitir una honda inquietud en torno a la formación del Gobierno. A pesar de que los candidatos aseguran con aparente convicción que habrá acuerdo, las terceras elecciones ya están en boca de todo el mundo. Es pronto para llegar a esa conclusión, pero la actitud mostrada por los protagonistas revela la enorme dificultad de la tarea. Si Podemos y Ciudadanos persisten en su incompatibilidad y el PSOE continúa negando al PP, solo cabe confiar en un resultado electoral que no conceda ninguna escapatoria a los partidos. Porque, por ahora, lo que se percibe es que Ciudadanos se afana en apartar a Podemos del centro de la arena política, Podemos sólo está dispuesto a colaborar en una coalición de gobierno formada por partidos de izquierdas y el PSOE se resiste a apoyar un gobierno del PP, cualquiera que sea la fórmula concreta.

De manera que los ciudadanos aún no tienen las respuestas que faciliten su camino a las urnas con un voto decidido y sólido en la mano. Al contrario, las preguntas que han estado en pie todos estos meses se han vuelto perentorias.

Este debate pide otro al final de la campaña. Pero nos informan que no habrá más. Este será el único que se celebre. Por eso pienso que ha sido prematuro. No obstante, la campaña no ha terminado.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.