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Gente corriente

¿Susto o muerte?

No va con segundas escribiendo de pensiones. Lo de muerte, me refiero. Pero lo que tenemos por delante, como el viejo chiste que nos da a elegir entre susto o muerte, es siniestro. Porque como alguien no saque un conejo de la chistera, esa es la alternativa para llegar a cobrarlas.

Es lo que tiene que los gastos superen los ingresos en un sistema agotado. La pérdida de cotizaciones a causa del desempleo y los salarios miserables firmados en contratos basura son, junto al aumento de jubilados, las causas del crack.

A los déficits anteriores se sumará este año otro récord: más de 17.000 millones en números rojos. Y con la hucha de las pensiones abierta en canal de tanto hachazo que le han dado. El último, este mismo mes para poder pagar la extra dejándola casi tiesa, con solo 25.000 millones de los 66.000 que tenía.

Así que para arreglar el desaguisado nos queda escoger entre lo malo y lo peor. Y den ustedes por hecho que las palabras contribuyente y aumento de impuestos irán escritas, muy juntitas, en la solución.

Y siendo un asunto de Estado aquí no se mueve ni el Tato, entretenidos que están desplegando estrategias de pactos-tiempos-de aquí no me muevo. Mientras, los graves problemas que arrastramos, y este es uno de ellos, esperando el final del jueguecito.

Todo para llegar a susto o muerte como alternativa. Porque, esperando a la segunda, una de ellas será ir en taca taca al trabajo prolongando la edad de jubilación hasta el infinito y más allá. Cualquier cosa vale con tal de retrasar la entrada al mundo improductivo.

La otra elección es hacerse un Rajoy. Es decir, no hacer nada y fiarlo todo a más empleo, más cotizantes y a la aparición de salarios dignos pero para cuando eso llegue, si es que llega, el sistema se habrá estallado como una pita.

O aumentar las cotizaciones por trabajador aunque esto supondrá que empresarios y autónomos salgan a la calle en rebelión cuando ya soportan uno de los sistemas más caros de la UE.

También está la opción de ajustarse a los ingresos y rebajar las pensiones, fórmula poco probable porque no hay bemoles. El que lo haga no ganará unas elecciones hasta que pasen dos generaciones, por lo que nos queda lo de siempre: aumentar los impuestos.

Ya andan algunos en esas. Pretenden sacar del sistema las pagas de viudedad y orfandad para cargarlas vía presupuestos sin mencionar el pequeño detalle de que ascienden a 22.000 millones/año. Y si el Gobierno entrante tendrá como aperitivo recortar los 8.000 millones que exige Bruselas, no habrá otra que financiar la ocurrencia con un incremento tributario generalizado.

Aunque también nos queda lo de los vasos comunicantes. Elevamos el gasto en el vaso de los jubilados y lo bajamos en el de los servicios esenciales. Es que no se puede tener todo en la vida, oye.

O una combinación de todas las opciones que aquí, ya se sabe, somos los más creativos. La cosa es que si hoy el 18% de la población tiene más de 65 años, en diez años aumentará hasta el 25%, ingente cantidad de pensionistas-votantes que esperan la alfombra roja después de toda una vida con el pico y la pala en la mano.

Y al mismo tiempo, la natalidad bajo mínimos que es lo que haría funcionar este sistema piramidal tan diabólico por el que las generaciones futuras pagan la jubilación de las anteriores. Otra torpeza mayúscula con origen en las nulas políticas de conciliación familiar que solo responden a un lema: si tienes hijos y trabajas, apechuga y búscate la vida.

Así las cosas, todo el que pueda que vaya corriendo a los chinos a comprarse una hucha como solución intermedia entre susto o muerte.

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