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Papel vegetal

Cuando la brutalidad se vuelve lo normal

Un teórico checo de los medios de comunicación y un cineasta alemán analizaron en un documental hace unos años cómo la prensa sensacionalista -se trataba del diario Bild- manipulaba la realidad, convirtiendo una visión particular y muy sesgada de la misma en algo compartido por todos.

El objetivo de ese tipo de prensa no era describir o ayudar a interpretar la realidad, sino muy por el contrario suspender la capacidad de análisis y de formación de la propia opinión por parte de los ciudadanos, apelando a sus más bajos instintos y ratificándolos en sus peores prejuicios.

"Lo que se llama nivel de realidad no es otra cosa que el nivel de brutalidad entre personas", concluía en tono pesimista el teórico Vilém Flusser.

Lo que analizaban en aquel documental de 1985 (1) Flusser y el cineasta Harun Farocki tiene si cabe aún mayor vigencia hoy no ya en relación con ciertos medios -entre ellos la televisión y ahora también las redes sociales- sino con la política en general en vista de la brutalidad y simpleza del lenguaje de tantos personajes públicos o ciudadanos privados.

¿No es un síntoma de ese embrutecimiento en un país como los Estados Unidos de América el que durante la convención republicana de Cleveland un diputado de ese partido se permitiera afirmar en público que habría que "ejecutar" a la candidata demócrata Hilary Clinton por "alta traición"?

¿No es una degradación de la cultura política el que cuando en esa misma convención el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, acusaba a Clinton de no se sabe cuántas cosas durante su ejercicio como secretaria de Estado, el populacho -no hay otra forma de llamarlo- corease una y otra vez la palabra "culpable" y gritase enloquecido: "metedla entre rejas"?

¿O que a lo largo de toda la campaña el ya candidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump se permitiera insultar continuamente al pueblo mexicano ante el júbilo de sus correligionarios, acusando al país vecino, al que Estados Unidos de América robó en su día una buena parte de su territorio, de exportar al norte del río Grande sólo su peor bazofia humana?

Como afirma el ex senador republicano Gordon Humphrey, portavoz de la oposición interna a Trump, quienes siguen a este político sin escrúpulos se comportan muchas veces como "camisas pardas, como fascistas" que sólo quieren aniquilar a sus adversarios.

¿No ha perdido el discurso público en Estados Unidos toda relación con la realidad? ¿No sucede actualmente ya no sólo allí, sino también en otras partes, que muchos políticos ni siquiera tienen ya que disimular lo que sienten?

Y recurren con éxito a la violencia verbal contra sus oponentes, a los que tratan no ya como rivales sino como enemigos a eliminar, nublando la mirada y alimentando los instintos más primitivos de quienes escuchan sus mensajes de odio.

Como señala Martin Amis, el novelista británico y gran conocedor de EEUU, donde reside, muchos estadounidenses consideran los años de presidencia de Barack Obama como un "desastre".

En los años anteriores al primer presidente negro de la historia del país, "hasta el blanco más pobre o más estúpido, sentado en su tráiler o en el sofá de su casa podía confesarse: no seré una luminaria, pero al menos soy más que cualquier negro. Pero llegó Obama, y ya les fue imposible seguir diciendo eso".

"¿Puede ser mera casualidad, se pregunta Amis, el que ahora los policías blancos maten a tantos negros? ¿Negros que huyen y a quienes disparan por la espalda? La presidencia de Obama ha hecho reaflorar mucho odio".

En cuanto a los actos multitudinarios protagonizados por Trump, dice el autor de Dinero, "son siempre de una vulgar brutalidad, como de una violencia reprimida. Mi hijo mayor asistió recientemente a uno de ellos, y me dijo que había en el aire un tufo de fascismo".

(1) "Schlagworte - Schlagbilder", de Harun Farocki.

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