En vivo y en directo el Partido Socialista, con unas formas inéditas, se ha inmolado para sorpresa de propios y extraños.

De manera insólita, el aún líder del partido, Pedro Sánchez, se aferra a la silla sin darse cuenta de que cuando a uno no lo quieren lo mejor es retirarse por mucho que la razón le asista.

Al parecer, los críticos quieren dilucidar el futuro del partido desde los órganos de decisión del mismo, mientras los que están atrincherados invocan a la militancia para que sean ellos los que decidan pero, ¿cuánto representa la militancia entre los votantes del PSOE? Pues ni más ni menos que el 3%. Han armado un lío descomunal entre ejecutiva nacional, comité federal y congreso nacional; craso error tirar de estatutos, tirar de cuestiones legales o administrativas para resolver un asunto ideológico que es lo que verdaderamente subyace detrás de todo esto. Felipe González, que, hasta durmiendo, sabe más de esto que todo el comité ejecutivo nacional junto, se ha manifestado de forma meridianamente clara, señalando que después de siete fracasos electorales consecutivos el PSOE debe reconducir su política para poder abordar el futuro sin el pánico a que Podemos se lo lleve por delante. Todo esto ya lo adelanté en mi columna de hace un par de sábados, bajo el título de "La disyuntiva de Pedro Sánchez", imposible imaginar, tal como se ha producido, una salida más indigna de un partido. Cuando un partido invoca a un órgano como el de la comisión de garantías para dilucidar la desobediencia es como la crónica de una muerte anunciada que ni el PSOE se merece, ni mucho menos España. Este país no se puede permitir el lujo de prescindir del principal partido de la oposición que ha contribuido de forma incuestionable a lo que España es y a lo que representa en el contexto internacional. Lo que parece meridianamente claro es que el sentimiento guerracivilista, aun después de mucho tiempo, todavía sigue vigente.

A todo esto los nacionalistas aprovechan la situación de debilidad del gobierno del Estado para anunciar para el próximo mes de septiembre un referéndum para consumar la independencia unilateral del resto del Estado.

Es impredecible el camino, la deriva, que los socialistas van a tomar a corto plazo, pero lo que no se puede hacer es faltar al respeto a ocho millones de votantes como ha hecho Pedro Sánchez.

¿Y España? ¿Quién piensa en el interés de todos los españoles? Por mucho que digan los actuales líderes está claro que sólo piensan en sus intereses personales. Es patético ver cómo Pablo Iglesias se ha convertido en el único valedor de Pedro Sánchez después de llamar ladrones y corruptos a todos los que no son ellos mismos.

A Pedro Sánchez le está pasando igual que aquella gente que se siente sola, simplemente es porque construye paredes en vez de puentes.

Ya lo dijo Winston Churchill: "La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás".