Comprender al llamado sector crítico del PSOE -los que se oponen a la continuidad del pacto con Coalición Canaria y piden la salida inmediata del Ejecutivo- se torna muy difícil. ¿Qué ganan rompiendo? ¿Qué ganan sus electores y, en general, la ciudadanía canaria? Absolutamente nada. Finiquitar el pacto solo significaría el regreso del PP al Gobierno autónomo -con Casimiro Curbelo recorriendo las consejerías con la pulsera del todo incluido brillando en la muñeca- y probablemente el final más o menos abrupto de los programas sociales que han podido barloventear presupuestariamente desde los departamentos controlados por el PSOE, empezando por la Consejería de Empleo comandada por la vicepresidenta Patricia Hernández (planes de empleo, lucha contra la economía sumergida, aumento sustancial de los expedientes de dependencia aprobados) pero sin excluir del todo a las demás. Una inestabilidad institucional a gran escala sería severamente juzgada por unos electores hastiados de sufrir no solo los problemas económicos y sociales acumulados, sino la incompetencia profesional de los grandes partidos políticos.

Pero, aunque parezca ligeramente enervante, al PSOE, si se quiere egoístamente, le conviene permanecer en el Gobierno, y no solo por las doscientas personas que entre cargos públicos, equipos de apoyo y asesores tiene actualmente en plantilla. Ha terminado por ocurrir -y lo mismo que sucede a Coalición- que el Gobierno de Canarias -la participación en el mismo- se ha terminado por convertir en principal elemento estructurante del PSOE. No hay más que constatar la absoluta y patética inactividad del comité ejecutivo del PSC-PSOE en el último año y medio -una irresponsabilidad supina y llena de desdén de José Miguel Pérez- para comprobar que son la experiencia de gobierno y las relaciones políticas y operativas que exige las que mantienen el partido vivo y con una mínima dosis de dinamismo político. En otra época quizás pudiera admitirse que los cambios internos de un partido tenían su mejor momento en una etapa de oposición. Hoy tiendo a opinar lo contrario: incidentalmente, solo desde la autoridad del Gobierno pueden construirse y consolidarse liderazgos sólidos que, en complicidad con los militantes de base, puedan impulsar las reformas estratégicas, programáticas, organizativas y participativas que son imprescindibles para que un partido como el PSOE recupere el favor de las clases medias urbanas sin perder la fuerza que puede tener en ámbitos rurales y en las clases más desfavorecidas y con peor nivel educativo. El PSC-PSOE ya no dispondrá jamás de un centro-izquierda despejado que pueda considerar su patio propio y en Canarias, como en el resto de España, la batalla por el control del voto de la izquierda ocupará los próximos años. El PSC debe demostrar que puede gobernar y, al mismo tiempo, que puede reformarse y cederse a sí mismo a la sociedad (profesionales, mujeres, jóvenes, precariado) como una herramienta de crítica política y transformación social.