Arrancar o levantar la penca', 'arrancar la caña' o 'mandarse a mudar' (expresión esta más nueva, pero sinonímica) quiere decir irse o marcharse de un lugar de manera apurada, y, a veces, airadamente. Largarse, arrancar la penca 'pa' donde sea'. También empleado de modo imperativo: ¡mándese a mudar! ¡Arranque usted la penca! Esta locución verbal se usa para referirse a quien toma una decisión precipitada o no, pero drástica y sorpresiva para los demás, casi se diría provocada por la calentura, el cabreo o por un arrebato. Se suele reservar sobre todo para decisiones de cierta trascendencia; verbigracia: "A Manolo le entró un arrebato y arrancó la penca para África. Ahora está trabajando para abajo para el Senegal".

Se arranca la penca por atrevimiento y casi por despecho ante una situación de dificultad, de incertidumbre o descontento. En busca de nuevas oportunidades o para comenzar una nueva andadura en otro sitio; o simplemente para cambiar de aire, aunque no sea un lugar lejano. Arrancar la penca o arrancar la caña denotan una acción que rompe el inmovilismo, donde se dejan atrás las raíces para 'coger camino'. Se arranca la penca con vocación de echar raíces en otro sitio: mandarse a mudar es, en sentido literal y figurado, cambiar de domicilio de residencia y lugar de trabajo. Dejamos atrás los bienes raíces y nos trasladamos con nuestras cosas, con nuestros bártulos a otro lugar. Sería en este sentido sinónimo de la locución: 'coger los bártulos' que expresa también la intención de ejecutar con precipitación, determinación, enfado o desaire la decisión -cuando no la obligación- de marcharse.

En argot juvenil de una época -hoy ya de puretillas- tomó fuerza el 'mandarse a mudar'. El 'mándate a mudar' -en un tono de insinuación- se implantó con autoridad y con rebeldía al mismo tiempo, se puede decir. 'Mandarse a mudar' y 'arrancar la penca' son hijos del lenguaje dialectal de dos generaciones sucesivas, pero superpuestas en su transitoriedad. Con significados similares, a veces de uso trivial o de jerga graciosa en los usos 'domésticos', otras, metáfora más profunda que implica una decisión drástica y trascendente que nos lleva a 'emigrar' de nuestro lugar de origen en busca de nuevos horizontes. Y en cualquier caso, con resonancias a nuestro pasado nómada remoto, como seña identitaria de un concepto ancestral que desafía el nomadismo frente al sedentarismo en la historia de la humanidad en la búsqueda de un espacio vital como garantía de supervivencia. Pero el sentido sigue siendo el mismo en nuestra historia lejana, reciente o en la actualidad. La gente arrancaba la penca en el pasado para probar fortuna en Cuba, en Venezuela o en el Sahara. Hoy se 'mandan a mudar' a Alemania o a cualquier otro lugar donde poder sobrevivir con un estipendio decente, como si esa vocación de itinerancia siguiera formando parte de nuestro genoma.