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Cine

Una casa no es un hogar

Basada en la novela del escritor americano Patrick Ness, a la sazón guionista de la película, Un monstruo viene a verme quiere ser, y es, un cuento fantástico con tintes dramáticos, protagonizado por Conor (Lewis MacDougall), un chico de 12 años que sufre bullying en el colegio y cuya madre (Felicity Jones) padece cáncer. Cada noche aparece en su ventana un monstruo con forma de árbol, que no viene a aterrorizarlo como podría pensarse, sino que por el contrario le ayudará a enfrentarse a sus miedos (que son muchos, los propios de la infancia y alguno más), contándole varias historias que tienen que ver con la situación que atraviesa.

Todo el arranque de la película nos devuelve el mejor cine de J. A. Bayona, otrora director de El orfanato y Lo imposible, lleno de sensibilidad, lirismo y un dramatismo seco y contenido, a pesar de que no nos ahorra ninguna lágrima, trabajado con una estética potente y detalles de gran belleza, que en nada tiene que envidiar el cine de Steven Spielberg, cuya última película, Mi amigo el gigante, a su lado se queda pequeña. Pero es en la historia de la fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver), que enfrentará a Conor con la realidad y todo lo que le rodea, cuando la película, en mi opinión, pierde fuelle y desbarra.

Spielberg pero también el director inglés Terence Davies (véase la magnífica El largo día acaba, en la que un chico de 12 años afronta el ambiente represor y asfixiante del colegio a través de su pasión por el cine) constituyen referencias ineludibles en esta interesante película por la que Bayona campa a sus anchas mientras aborda la infancia en todas sus dimensiones, como si no quisiera dejar nada en el tintero, como queriendo apuntalar una obra menos consciente de lo que parece. Un monstruo viene a verme encierra una mezcla de estilos e intenciones que pasado el momento de la euforia será más evidente.

Aparte estas consideraciones, que podrían considerarse meramente anecdóticas, aunque no lo sean en absoluto, Un monstruo viene a verme, además de una ejecución perfecta, logra lo que no es fácil cuando se trata de la adaptación de una novela conocida, aunque sólo sea de oídas, resultar en más de un momento emocionante.

Y ello gracias a una puesta en escena más efectiva que efectista, que sirve, a partes iguales, al guión y a los intérpretes. La escritora de literatura infantil Astrid Lindgren dijo una vez que: "Si he sido capaz de iluminar una sola infancia triste, estoy satisfecha". Bayona puede estarlo, porque ha iluminado el corazón de muchos espectadores que ya no son tan niños con una película que corrobora que una casa no siempre es un hogar y que la noción de familia se resquebraja con facilidad.

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