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Diario de un cura

Cementerios, cenizas y funerales

En esta semana he visitado dos cementerios. Nada extraordinario en un mes de noviembre que la Iglesia dedica a los difuntos. Escuché decir hace muchos años a un viejo escritor que una buena forma para conocer a un pueblo es visitar su camposanto. Y estoy de acuerdo. Las lápidas, tanto en sus textos como en los dibujos y adornos expresan sentimientos, creencias y tradiciones del difunto o sus familiares. Y en días como el 1 y 2 de noviembre, con los cementerios a tope de familiares de los allí enterrados, se encuentra uno a vecinos y amigos con los que surgen pequeños diálogos.

No sé si es correcto decirlo, pero disfruté en aquellas visitas. Aparte de la oración, que allí surge casi espontánea, se viven recuerdos llenos de cariño a los seres queridos que ya no están. Me encontré con diferentes personas. Y, aunque estábamos en un cementerio, el tema más repetido fue el de la incineración. Me preocupa que mucha gente haya quedado decepcionada o llena de dudas serias a consecuencia del documento del Vaticano. En estos días he leído bastantes artículos sobre el tema a propósito de la instrucción 'Para resucitar con Cristo'. Entre los que he leído, me pareció muy esclarecedor el de mi compañero Eugenio Rodríguez y que fue publicado en LA PROVINCIA.

Pero después de haber leído Ad resurgendum cum Christo ( y perdonen por usar el latín) he expresado libremente mi opinión a diferentes personas. La primera, que este no es un documento del papa sino de una congregación de la Santa Sede. Esto me parece muy importante ya que no tiene el mismo valor. Por otra parte hay que aclarar que el documento, en ningún momento se opone a la incineración sino al lugar donde se depositan las cenizas. En lo que no estoy de acuerdo es en el punto 8 que dice: "En el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias". La Tierra es sagrada y no hay que estar haciendo diferenciaciones por el lugar donde se esparzan o guarden las cenizas. Pero lo peor, a mi juicio, es que a estas alturas volvamos a estar con prohibiciones. Yo nunca negaría la misa a ninguna persona. A ninguna. Y muchísimo menos a quienes están en un momento tan sensible y tan doloroso como la muerte de un ser querido. Es momento para animar, para acercar y nunca para prohibir.

Pero mi diario no acaba aquí. Otras vivencias de estos días han tenido cabida en mi cuaderno. Por ejemplo, la alegría que he sentido al encontrarme con un sacerdote de Palencia, Mederico, con quien he tenido ocasión de dialogar de casi todo lo posible y también rezar y reír. O mi admiración al escuchar a dos vecinos del barrio de Las Rosas (Agüimes) en el programa de radio La plaza de la Iglesia. Estos dos vecinos, Martina y Ayoze, se sienten satisfechos, dijeron, totalmente satisfechos, con todos los servicios que hay en su barrio. Algo nada fácil.

Ya ven que en noviembre, además de cementerios, cenizas y funerales, hay espacio para la alegría y para la admiración. Que nunca falte.

stylename="050_FIR_opi_02">susovega@hotmail.com

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