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La realidad se llama Trump

Si Aaron Sorkin, pensando en las tramas de El ala oeste de la Casa Blanca, hubiera planeado dedicar una temporada a una campaña electoral en la que el presidente Bartlet se enfrentara a un personaje como Donald Trump, la NBC hubiera desestimado la idea por ser demasiado inverosímil y parecer un recurso de guionista desesperado. Una cosa es dar una visión almibarada de la presidencia de los Estados Unidos y otra plantear en una serie medianamente realista que alguien como Trump pueda disputar la presidencia por el Partido Republicano.

Veep, una comedia de la HBO sobre la vicepresidenta de los EE UU, mantiene su nivel año tras año y continúa ganando Emmys gracias al talento de Julia Louis-Dreyfus. Pero si a sus guionistas se les ocurriera meter un personaje nuevo con el estilo y las costumbres de Trump, los espectadores sentiríamos que la serie ha perdido el rumbo y abusa de recursos muy baratos. Veep es una comedia en la que aparece una visión disparatada de la política norteamericana, pero eso no quiere decir que valga cualquier exageración caricaturesca de tales personajes.

¿A que les gusta House of cards? ¿A que quedan siempre impactados por el nivel de maldad de los protagonistas de esta serie de Netflix? ¿Pero a que torcerían el gesto insatisfechos si en medio de esa Casa Blanca apareciera un personaje tan perverso en su ser-en-el-mundo como Donald Trump? House of cards es una serie de política ficción, no de política terror. ¿El presidente Frank Underwood meando sobre la tumba de su padre? Lo compro. ¿Un candidato a la Casa Blanca hablando de cómo coge por el coño a las modelos? Te has pasado, Netflix.

Pues bien, ese personaje demasiado extravagante para El ala oeste de la Casa Blanca, demasiado ridículo para Veep y demasiado malvado para House of cards, va a ganar las elecciones a la presidencia de los EE UU el próximo martes, y Jed Bartlet, Selina Meyer, Frank Underwood, usted y yo nos vamos a hacer mucha caquita de miedo. Mola que la realidad supere a la ficción y tiene mucha enjundia filosófica. Salvo cuando la realidad se llama Donald Trump.

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