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Reflexión

Digitalización y burbuja

La digitalización es el más reciente de los grandes hitos que definirán el devenir humano y todos deberemos adaptarnos. Afortunadamente están apareciendo reflexiones potentes desde nuestro país. La imparable marcha de los robots (Alianza Editorial. 2016) de Andrés Ortega es una lectura poco menos que obligada. Sin embargo, van a ser muchas las sorpresas. Incluso afirmaciones como "cuando algo es gratis, el producto eres tú" que tan popular se ha hecho, distan mucho de explicar la complejidad que encierra el proceso. Parece que nos quedemos en la idea que con la digitalización nuestros datos son una nueva riqueza de la que disfrutar, una especie de regalo que fue inaccesible para nuestros abuelos. Pensar así es adolescencia digital. La gratuidad puede ser el mecanismo que está generando la burbuja que inexorablemente explotara. A modo de ejemplo, ¿quién garantiza que WhatsApp con sus millones de enganchados va estar disponible y gratuito durante los próximos años? Toda burbuja, incluidas las tecnológicas, esconde una estafa y al darse en una sociedad en red, sigue el llamado esquema de Ponzi, según el cual los primeros inversores obtienen ganancias provenientes de inversores posteriores, tan ignorantes como avariciosos. Ya en los noventa vivimos la punto com (la de internet) que llevó al Nasdaq de los valores tecnológicos a su cima más alta, en marzo del 2000, antes de perder el 78% en los meses siguientes.

La versión española fue Terra, impulsada por aquella Telefónica presidida por un amigo de Aznar, un paradigma hispano de especulación que muchos recordarán. Con sentido común no era muy fácil alertar de la crisis especulativa que se estaba fraguando a golpe de algoritmo y de suprime (crédito hipotecario inmobiliario). Pocos economistas lo hicieron pero su gremio, a pesar de contar con un Premio Nobel anual no tiene la exclusiva en el análisis de lo que ocurre. Sigamos el esquema de Ponzi en el neolenguaje anglosajón, a veces tan oscuro. Partiendo de una start-up (nueva empresa) el profesor Stuart Grabler propuso en Le Monde un léxico para esta burbuja. Unicorn: Empresa tecnológica joven que llega a valorarse en 1.000 millones o más gracias a su colocación en bolsa basada en el sostenimiento inicial recibido de ciertos inversores (backers) Backer: Inversor pionero al que el emprendedor de una cierta start-up sedujo al inicio de su proyecto. Una vez en marcha, la empresa trabaja duro para aumentar el número de sus usuarios (clientes) y así aumentar su capacidad para pasar a sucesivas etapas de crecimiento. Una estrategia que sigue la Ley de Metcalfe. Ley de Metcalfe: Formulada en 1976 con motivo del efecto red, según la cual el valor de una red aumenta proporcionalmente (y por tanto su valor contable) al cuadrado del número de sus usuarios. Pieza clave de este ciclo virtuoso es el giveaway (regalo) Giveaway: Servicio ofrecido de forma gratuita (buscador) o artículo (los primeros móviles en España) con el objetivo de impresionar a usuarios (clientes). Es la única forma de crecer en la fase precoz de un unicorn, por lo que suele aparecer desprovista de un verdadero business model (modelo operativo). Business model: Estrategia para transformar un servicio o producto en ingresos y beneficios. Generalmente el unicornio se presenta en forma de plataforma gratuita para el usuario, con las que pone a internautas (Facebook, Twitter), pasajeros (Uber), viajeros (Airbnb), oyentes (Spotify), prestamistas (Lending Club), etcétera, en contacto con anunciantes, chóferes, propietarios, casas de discos, prestamistas... Una excepción son los unicornios industriales (Tesla Motor, GoPro Cameras) que emplean un modelo más clásico. En todos el objetivo es monetice (convertir algo en moneda o valor de curso legal) por lo que están muy interesados en operar bajo el paraguas de los media (medios de comunicación). Monetice (no confundir con rentabilizar, ya que hablar de actividad en cifras de negocio, a través de media, no es sinónimo de beneficios). Con la excepción que confirma la regla de Facebook, pocos unicornios son realmente rentables.

Las cifras en rojo del exitoso Twitter están hoy en los periódicos. Uber, otro éxito operativo, tuvo un déficit de 470 millones de dólares en 2014 y en el primer semestre de 2016, alcanzó los 1.270 de pérdidas. Situaciones semejantes registran Airbnb y Tesla. En Europa, el sueco Spotify, el francés Deezer y el alemán Rocket -todos dedicados al audio- siguen este camino. Consecuencia: cash burn (falta de liquidez). Cash burn: Resultado de un crecimiento con déficit; cuando los fondos en efectivo se convierten en humo. UberChina, antes de arrojar la toalla frente a su rival china local, perdía 1.000 millones anuales. Solar City (paneles solares) a la espera de su recompra por Tesla, había quemado seis dólares por cada dólar ingresado. Afortunadamente, existe un método para apagar estos incendios: cash out (búsqueda de efectivo). Cash out: Un ejercicio que, conjugado con la recaudación de nuevos fondos, permite a fundadores del unicorn y backers pertrechados de stock options (opciones sobre acciones) materializar su parte mediante IPO (Oferta Pública inicial de acciones). IPO: Una oferta de acciones que llega a titulares sensibles a prometedoras perspectivas, a las que no se resisten ante la fama del unicorn. Cuando la IPO tiende a secarse, la fase siguiente es pedir dinero fresco a los que acudieron a ella y que terminará en el bolsillo de los beneficiarios. En caso contrario, siempre podrá venderse a un gigante tecnológico temeroso que en un futuro próximo aquella start up pueda eclipsarlo (Google/YouTube, Facebook/ WhatsApp/Instagram), por sinergias eventuales (Microsoft/LinkedIn) o cediendo al chantaje de quien vende a pérdidas sin pagar impuestos (Wal-Mart/Jet.com). Sin embargo, de nada sirve la estrategia del cash out y del IPO sin la creative accounting (contabilidad creativa). Creative accounting: Aunque use normas de contabilidad formales, un unicorn puede publicar sus datos en versión maquillada. Lending Club anunció unos beneficios de 56,8 millones de dólares que una vez revisados por las autoridades se convirtieron en pérdidas de 5 millones. Hay que reconocer que en el proceso se genera una tecnología muy importante, pero hay que conocer que estamos ante posibles burbujas que siguen el esquema de Ponzi. Cuando exploten, no echemos la culpa a la digitalización en sí, sino a la avaricia humana que constantemente reaparece.

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