"Salgo de casa y me encuentro un regalo asqueroso que debía proceder de un perro enorme", cuenta una lectora que vive cerca de la plaza de La Feria, harta del descuido de un vecino con su can. La señora, ya jubilada, confiesa que salió corriendo a ver si pillaba al infractor y allí lo encontró, en la esquina, dejando su sello, esta vez líquido. "Y va y me dice: 'Señora, qué quiere, es viejo para enseñarle", relata indignada. "El que no está enseñado es él".