Al leer ustedes este texto, han pasado cinco días y el mundo aún no sale de su asombro: con un discurso populista en el fondo y grosero en la forma, el candidato Republicano a la presidencia de EEUU, Donald Trump, se impuso a las encuestas y a la opinión pública mundial, que apuntaban y apoyaban a la aparente favorita, la Demócrata Hillary Clinton. Y ahora, ¿qué?
Hasta el 20 de enero, día en que Trump tomará posesión como 45º presidente norteamericano, se ha entrado en un período de tensa espera. Sus primeras intervenciones han sido conciliadoras, consciente del resultado (en voto popular, Hillary sí ha ganado) y para no enrarecer más el ambiente (con manifestaciones de partidarios de Hillary en las grades ciudades del país, enfadados ante la victoria de Trump).
Aunque ya se han filtrado algunos nombres para su gabinete (se habla del duro Newt Gingrich, ex presidente de la Cámara de Representantes, como secretario de Estado o de Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York durante el 11S, en Justicia), la sensación que prevalece sobre Trump es de incógnita ante una de las claves de su programa: la economía. Se atisba proteccionismo y, quizá, ambiciosos proyectos de obras públicas. El problema, dado el alto endeudamiento de la Administración, es: ¿cómo financiarlos?
En el campo Demócrata, totalmente vencido (sin poder presidencial y con las Cámaras controladas por los Republicanos) harán bien en estudiar las encuestas post-electorales (con un creciente apoyo de los estratos medios y bajos hacia el Grand Old Party, ahora liderado por Trump). O, si no, en leerse un recomendable libro de Justin Guest, The New Minority. El subtítulo ya lo explica todo: la política de la clase trabajadora blanca en una era de inmigración y desigualdad.
