La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sol y sombra

El código ético del PP

El problema no es que el Partido Popular se niegue a revisar el Pacto Anticorrupción, tal como exige Ciudadanos, por razones éticas. El problema está en lo que se desprende de ello y también lo que no. Es decir que los españoles puedan pensar que ha encontrado en la muerte de Rita Barberá la excusa perfecta para seguir por el mismo camino de no ponerle limitaciones morales al abuso del poder. Las conclusiones que han extraído algunos de sus dirigentes del fallecimiento de la exalcaldesa de Valencia, una política que sin entender lo que le sucedía sucumbió ante la presión, no ha de servir únicamente para librar a los imputados del castigo político antes de la apertura de cualquier juicio oral. Está bien como se dice en Génova 13 estos días eso de mostrarse duros con las conductas y, al mismo tiempo, aplicar la justicia con los suyos para no empujarlos innecesariamente a situaciones límite. Pero de lo primero que habría que preocuparse es de erradicar los comportamientos delictivos dentro de la propia organización, y en ese sentido el Partido Popular ha venido siendo un ejemplo de todo lo contrario. Un partido que cuando no es Gobierno es alternativa, no sólo tiene que ser justo o garantista con sus afiliados y cargos públicos debe serlo fundamentalmente con el resto de los españoles: corromperse es una de las formas más indecentes que existen de romper el compromiso adquirido en las urnas. Nadie está libre de cometer errores y la corrupción vive en la condición humana -"el hombre pasa de la peste del pañal al hedor de la mortaja", decía Willie Stark en "Todos los hombres del rey"-, pero hay que minimizar daños poniendo en manos de la justicia los recursos para castigar el delito sin eternizar su tormentoso efecto público. Por ahí se puede empezar.

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