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La introversión de 'Sherlock'

Pocas clasificaciones de los caracteres humanos han tenido más éxito que la que propuso Carl Jung en los años 20, distinguiendo dos actitudes básicas para orientar la vida: aquella en donde el psiquismo se volcaba hacia el exterior (extra-vertida), y aquélla en donde el psiquismo se volcaba hacia el interior (intro-vertida). Tan potente es esta distinción que sirve también para ordenar las series de televisión, y, así, cabría distinguir series extravertidas, en donde se nos cuenta lo que los personajes le hacen al mundo, y series introvertidas, en donde se nos cuenta lo que el mundo les hace a los personajes. Series que van de dentro a fuera y series que van de fuera a dentro. Series con protagonistas que actúan y series con protagonistas que padecen. Las series son tan plásticas que pueden comenzar siento extravertidas e ir volviéndose introvertidas con el paso de las temporadas o viceversa. Sí, amigos -amigos... ¿amigos? Dios mío, ¿no queda nadie leyendo esto...?-, esta columna trata sobre la cuarta temporada de Sherlock.

Porque nos gustaba más Sherlock cuando era más extravertido. Hablo de Sherlock, no de Sherlock. Sherlock es el mismo sociópata bien integrado que fue siempre, pero Sherlock se está volviendo introvertido. Durante las primeras temporadas, Sherlock mostraba a Sherlock resolviendo complicadísimos casos y salvando a la humanidad de los mayores genios del mal ever. Pero ya en la T3, y ahora en la T4, el mayor peso narrativo recae sobre las importantes repercusiones sobre el carácter de Sherlock y las relaciones con sus personas queridas que tiene el curso de esos casos. En Un estudio en rosa Sherlock actuaba sobre el mundo; en Su último juramento el mundo actúa sobre Sherlock. En Escándalo en Belgravia el mundo padecía a Sherlock; en Las seis Thatchers Sherlock padece al mundo. Sigue siendo la serie que protagoniza el calendario durante las tres semanas cada dos años que se emite, pero el giro hacia la introversión puede ser el comienzo de un proceso depresivo de terribles consecuencias. The game is on, Sherlock, y es mucho más divertido cuando tú eres el jugador y no la pelota.

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