La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Elizabeth López Caballero

El lápiz de la luna

Elizabeth López Caballero

El mal del siglo XXI

Todo el mundo habla del mal del S. XXI, pero nadie parece tener claro cuál es. Yo creo que el despiste se debe a que no es un único mal el que infesta de porquería nuestra sociedad, sino varios.

Yo es que me he topado con unos cuantos. Les diré que, por ejemplo, la envidia tiene el podio adjudicado y no hay quien baje a la cabrona. Desde ahí mira con superioridad al egoísmo (segundo puesto) y a la indiferencia (tercer puesto). Huelga decir que la envidia es promiscua, prueba a tentarnos a todos, pero por suerte solo se reproduce con "unos muchos", que después vienen a joder a los pocos que no quisimos formar una familia con ella.

El egoísmo también es muy chulo, lo quiere to' pa' él. Qué difícil tiene que ser dar de menos, si al final nos vamos sin nada, ¿para qué cargar con tequieros atragantados o con besos que no nos caben en los labios? ¿Para qué ahorrar de más y disfrutar de menos? Cuando estiremos la pata y, subamos o bajemos, el peaje que tendremos que pagar en la carretera de la eternidad será la pregunta constante de a cuántas personas hicimos felices, y desde luego que siendo egoístas? a muy pocas.

La indiferencia es otro rollo. Ella va a su bola, no molesta. Simplemente le eres indiferente. Hasta aquí bien. Todos hemos aprendido a lidiar y casi a convivir con este tipo de personajes que abundan como peces en el mar.

El problema viene cuando la envidia es bipolar. Sí, sí. Les aseguro que lo es. No sé si a causa del cambio climático, por los conservantes y colorantes de los alimentos o porque su camello le vende la droga demasiado adulterada.

Pero, vamos, que hay un tipo de envidia que está como una puta cabra. Porque luego están los tipos de envidia, es como cuando vas al súper a por pan de molde y ves que lo hay con semillas, sin corteza, con fibra, sin gluten o con aroma a vainilla, pero al fin y al cabo, sigue siendo pan de molde. Con la envidia pasa algo así. Está la sana -la vegana la llamo yo-, que quiere ser como tú pero se conforma con ser ella misma. Luego está la envidia de toda la vida, la que corroe por dentro. La que tiene la lengua viperina. Ella lo que no ve se lo inventa y lo que ve no se lo calla. También está la envidia inspectora, esa que te sigue los pasos en las redes sociales. Te copia los modelitos, imita tus posturas en los selfis y quiere vivir tu vida. No llega a ser bipolar pero muy cuerda tampoco está, porque no puede verte, pero no deja de mirarte.

Y por último, pero no por ello menos importante, está la envidia bipolar, hija de la falsedad y del odio. Cuando la detecto me entra flojera intestinal. Son de amplia sonrisa y te colmarán de halagos. Creo que tiene ascendencia arácnida porque va tejiendo una tela en la que te envuelve y, cuando has caído en sus redes va la cabrona, se deja de tomar la medicación y se arrebata. ¿Cómo se arrebata? Pues le da por amargarte la vida. Cuando está en crisis ve enemigos por todos lados, conspiraciones, comunistas y hasta espías de las SS. Si tienen algún poder sobre ti te pisotean como a una colilla mal fumada; y si no lo tienen, te harán saber que no eres de su agrado. Suelen ser tiranos y se alimentan humillando a los demás. Cuando se les pasa el brote vuelven a su anormal normalidad y le sonríen a la vida mientras tú te recompones del huracán que ha arrasado con tu energía. Lo peor de todo es que cada vez son más los adeptos a esta filosofía que solo busca que nos odiemos unos a otros, porque ya sabes que uno de los males del S. XXI es el miedo a ver nuestros contenedores internos y preferimos verter la basura fuera.

Compartir el artículo

stats