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Sol y sombra

La delgada línea roja

El motel del voyeur, el reportaje traducido al castellano de Gay Talese y que verá estos días la luz, habría que leerlo como una novela. El veterano periodista de Ocean City se implicó en la actividad de un fantasma y le siguió por el camino del voyeurismo, que es a la vez una práctica que no debería ser ajena a ningún buen reportero. El mismo Talese escribió en El Reino y el Poder que la mayoría de los periodistas no son más que mirones inquietos decididos a examinar las verrugas del mundo.

El problema es que Gerald Foos, protagonista del libro, dueño de un hotel de Colorado, que afirmó haber espiado a sus huéspedes durante décadas, mintió sobre algunas de las patas básicas en que se sustenta el relato de su repugnante experiencia. El periodista sospechó en algún momento que su fuente no era demasiado fiable pero jamás creyó que la invención podía llegar tan lejos.

Puede que Talese cayese en la trampa de las inexactitudes no sólo por negligencia en la verificación de los datos de un trabajo, al que dedicó décadas, sino por haberse encontrado quizás con una historia demasiado buena para ser verdad.

Se trata de uno de los grandes del reporterismo pero a ningún escritor le es ajena la ficción. En la década de los cincuenta, el viejo nuevo periodismo acercó la literatura a las grandes crónicas de los diarios y de los semanarios para competir con la novela que se había apartado de las preocupaciones sociales. El género recién nacido trajo la solución. El inconveniente, no del todo advertido por todos, fue que ese espacio intermedio donde los hechos y la imaginación podían reunirse facilitó que proliferase una ficción disfrazada de realidad. Por decirlo de alguna manera y aplicado al asunto que nos ocupa, una delgada línea roja.

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