El Partido Popular valenciano utilizó dinero público para pagar la minutas de los abogados del caso Gürtel. El asunto así fue y, sin embargo, Alberto Fabra, el hombre que entonces dirigía la organización, no lo tiene claro. Dice que no lo recuerda. La memoria es frágil y existe, además, una frontera invisible entre el óbolo del partido y las subvenciones del erario. Deberíamos hacernos cargo de la dificultad para discernir entre lo que es privado y lo que pertenece al dominio de todos. Precisamente por ello naufraga tanto la salud de la moral en este país acuciado por la corrupción insultante de unos políticos que, a la vez de enfangarse, pretenden hacernos a todos idiotas.
Por ejemplo, sin salirnos de la maraña del PP, el exalcalde de Pozuelo de Alarcón Jesús Sepúlveda estaba encaprichado en un Jaguar que, según él, tenía pensado comprar a plazos. Pero cuando se dirigía al concesionario dispuesto a cerrar la operación se le apareció casualmento Francisco Correa, que le propuso regalárselo. A veces, uno sale a la calle y se encuentra con un conocido que le invita a un café; si hace tiempo que no lo ve puede que incluso a una comida para ponerse al día de las cosas. El exalcade de Pozuelo, en cambio, puso el pie en la acera y un amigo se ofreció para comprarle un Jaguar, beneficiarse de la adquisición y que sus empresas pudieran desgravar el IVA.
Todo esto resulta tan natural y sencillo de entender que la esposa de Sepúlveda, la exministra Ana Mato, no se enteró de que había un atomóvil nuevo en el garaje, después de que éste llegase a casa con el flamante Jaguar regalo de Correa.
