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Juanjo Jiménez

LA MÁQUINA CHINA

Juanjo Jiménez

Tauro, siniestro total

Este su periódico ofrece hoy en su página 14 un insólito dramón que tiene lugar en una esquina de la Isla que se podría decir que no forma parte de los territorios conocidos, o al menos tal y como se conocen. Ello es Tauro, bocabarranco de callao ancestral al que le han instalado una moqueta con millones de toneladas de arena del Sahara que ha terminado por calentar tanto al océano, como al personal despelotado que patinaba entre su marisco y a la naturaleza en su conjunto, de tal forma que no hay día en el que algún meteoro o cambio de presión atmosférica no convulsione aquella suerte de Triángulo de las Bermudas dejándolo en bragas. Son tantas las penurias de Tauro que incluso tenía un camping premonitorio que se llamaba Guantánamo, que como no podía ser menos terminó en llamas, y consta que dada la anarquía a la que se ha sometido el sitio gracias a la buena disposición de Costas a convertir aquello en un lugar experimental, hasta Corea del Norte estaría planeando ensayar su misil de largo alcance con alguna de las roulottes mal aparcadas que añilan su paisaje o en las diversas chozas con parabólicas, geranios y soláriums que jalonan tan desbucólico litoral.

Hay que reseñar que aquella playa, la pobre, fue formándose al pasito junto con el resto de la isla desde el primer ciclo volcánico hace la pella de años, hasta que Santana Cazorla, en vez de conformarse con un balde y un rastrillo como todo el mundo, hincó medio desierto encima de los cabosos gracias a un proyecto que respetaba "al máximo" el medio ambiente, tú. El caso es que a los cinco meses se armó Troya, cuando la marea se llevó el otro medio ambiente que le quedaba. Y para que no desapareciera otro cuarto ambiente más con personas y sus cataplines, chamizos y quién sabe si hasta el Roque Nublo, la remataron con un infame muraco más bajo pero más gordo que el de Donato Trompeta con México, ah, y un guarda de seguridad. El asunto es que lo que se supone que fue una bonita playa de libre tránsito, como todas las que existen en este país y anexos, la han desastrado hasta el tronco del berberecho, algo que no podía pasar en el siglo XXI pero que ha sucedido, sí, y lo que es peor, sin que pase nada.

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