El regreso de Marruecos a la Unión Africana (UA), después de tres décadas de ausencia, es un acontecimiento histórico, teniendo en cuenta el peso que tiene este Reino en el continente. Es también una constatación del compromiso que ha tenido siempre con África, como miembro fundador ex OUA (Organización de la Unidad Africana).

La integración de Marruecos en la UA, con el apoyo de un gran número de países africanos, es en realidad un retorno al orden natural de las cosas y significa la reparación de un error histórico cometido contra un miembro de gran importancia como Marruecos, un Estado que siempre ha trabajado por la paz, la estabilidad y el desarrollo del continente africano.

El rey Mohammed VI, en su discurso en la 28 Cumbre de la UA subrayó la profundidad y la fuerza del compromiso de Marruecos con el continente africano y que el Reino nunca rompió los lazos con su continente, ya que hay 945 tratados y convenios firmados con varios países del continente africano.

Los hechos históricos verificados están también ahí para confirmar la solidez de los vínculos entre los países de África y Marruecos. Las comunicaciones nunca hubieran existido sin los intercambios comerciales que se desarrollaban a través del desplazamiento de las caravanas. Las caravanas, a través del Sahara marroquí, llegaba a los mercados de África occidental y más allá, hacia el resto de los países africanos.

Estos canales no sólo resultaban vitales, sino que eran como las arterias de la vida de las tribus que poblaban en aquellos momentos las tierras del Sahara. Se pueden citar en esto ejemplos concretos como la ruta de Lemtounie, que se extendía desde la región de Souss (Agadir), de Aghmatt (aldea donde esta enterrado el poeta andaluz Al Mutamid, cerca de Marrakech), en la dirección hacia el imperio de Ghana, a través de la ciudad de Aoudaghost.

Hay que tener en cuenta también el papel pionero desempeñado por una familia conocida en la época, como la de Ibn Laamach, quien se apresuró a impulsar el comercio entre los mercados marroquíes y la ciudad de Tombuctú, a través del oasis de Tinduf, y que tenía igualmente importantes relaciones comerciales con los pequeños centros del Atlas, de Oued Draa, Fum Lahcen y Guelmim.

Las caravanas comerciales gozaban en aquellos momentos de toda la seguridad durante sus movimientos en toda la extensión del Sahara marroquí. El rey alauita Moulay Hassan le dio un interés especial a esta ruta comercial y ordenó a sus representantes en la zona, Haj Boumediene Znagui, que garantizaran la seguridad y protección a los comerciantes y viajeros que hacían de enlace entre los mercados marroquíes del sur y los del África negra.

Merced a estas rutas de comercio, las tradiciones y culturas se mezclaron, a pesar de sus diferencias, y allanaron el camino para la evolución confluente de civilizaciones y costumbres entre las tribus saharauis y los países vecinos del sur. Los intercambios entre los dos bordes del Sahara nunca se han interrumpido, hasta el momento en que llegó el colonialista extranjero que logró infiltrarse en las profundidades del Sahara marroquí y rompió así las relaciones económicas y culturales establecidas durante décadas entre Marruecos y África occidental.