He leído con verdadero interés lo publicado por D. Eligio Hernández el día 14 del corriente mes. Me admira su sincera objetividad histórica, sé que es un hombre ponderado y religioso, pero de haber vivido en aquella época se lo hubieran cargado por tal condición, como intentaron hacer con la familia de Negrín en un traslado. Por tanto, quiero hacer algunas precisiones.

La República, que era y es cosa muy respetable, nació con gran contento incluso para los monárquicos más significados, pero, era ilegal e ilegitima según palabras de su primer presidente, D. Niceto Alcalá Zamora, que no las dijo cuando él mandaba sino cuando lo echaron. Fue un fraude electoral tremendo.

Las votaciones eran municipales, no para cambiar el régimen, del monárquico al republicano. Fue una chapuza descomunal, que el centro y la derecha, siempre cobardes, no quisieron ni pudieron atajar, sobre todo el concepto de los "Burgos Podridos" que las izquierdas impusieron sin venir a cuento. Por tanto, ya de origen nació lastrada y más aún cuando esas izquierdas revolucionarias del Frente Popular, se apoderaron de ella. Por lo tanto a ellas hay que culparlas de ser la causa del mal causado, su propia traición.

Aunque en su día se supo y se averiguó más tarde que las derechas habían ganado por más de medio millón de votos, la falsificación de las actas, rompimiento de urnas y otros actos vandálicos y revolucionarios, que asustaron y callaron a los verdaderos ganadores, han sido descubiertas y fotografiadas por dos profesores de historia, los señores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, de la Universidad Rey Juan Carlos y publicadas en un libro, 1936 fraude y violencia, irrebatible. Ortega y Gasset, asombrado, cuando vio el cariz que tomaban aquellos meses dijo: "No es eso, no es eso"; y los más ilustres monárquicos y republicanos de verdad que habían coadyuvado al advenimiento de la República, como Marañón, Pérez de Ayala, etc, salieron espantados y perseguidos hasta la frontera, por los comunistas que fueron los que al final se apoderaron de la República, como dijo D. Manuel Azaña, eliminando a socialistas moderados y responsables, anarquistas, trotskistas, etc.

Togliatti así lo reconoce, "que con Negrín conseguimos más que con cualquiera de los anteriores"; aunque lo pone a caldo, largo y abiertamente por abandonar todo y a todos, entre ellos al general D. Vicente Rojo, obediente servidor, que fue el último en pasar los Pirineos.

Este es el verdadero primer golpe de Estado, el descarado fraude electoral de las izquierdas de 1931. El otro golpe fue el del Frente Popular en febrero de 1936 por el mismo método o sistema. Total y como reconoce D. Eligio fueron ocho, más dos que aporto yo, también socialistas y dos militares, Sanjurjo y Mola-Franco.

Con la llegada de la República se produjo el desmadre y así lo reconoce D. Salvador de Madariaga, por la guerra civil dentro y fuera del PSOE. "Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936". Todo esto y más, propició el disparate del levantamiento de Sanjurjo, cuatro con el gato, en 1932 y de Mola-Franco en 1936. Éste le pidió a Franco que lo defendiera en el Consejo de Guerra que se avecinaba, negándose rotundamente, argumentando, entre otras cosas, que cuando se da un golpe de Estado, se da con todas sus justificaciones y consecuencias, no para hacer el ridículo y comprometer a otros compañeros, que no estaban de acuerdo, sin comerlo ni beberlo. Franco defendió a la República en este caso y en la sublevación de Asturias y Cataluña en el 34, a pesar de que tampoco le gustaba el cariz que aquello tomaba.

Los demás golpes de Estado, seis de ocho, que cita y admite honradamente D. Eligio fueron todos socialistas, o independentistas, con comunistas, anarquistas, sindicalistas, etc. Menos el del 18 de julio de 1936, que colmó el vaso de los asesinatos de sacerdotes, religiosas, quema de conventos, persecuciones políticas y que con la muerte del jefe de la oposición, D. José Calvo Sotelo, a manos de servidores del orden público que salidos en una camioneta desde Gobernación, rebosaron la medida de cualquier justificación. Por cierto, Prieto los escondió y a nadie se detuvo, sabiendo quiénes eran y hasta el número de la camioneta.

Si esto fue así, si reconoce que fueron los socialistas revolucionarios, que al final fueron todos, no sólo los de Largo Caballero, comunistas, anarquistas, etc, los que se cargaron la República, con diez golpes de Estado socialistas, es entonces una incongruencia enorme, culpar a los jefes y oficiales africanistas, que por cierto desde 1927 dejaron de existir, de la derrota de la República. Se derrotó al Frente Popular por el golpe del 18-07-36, que había propiciado en todos los sentidos la caída y final de la República, como usted argumenta muy bien. Nunca mejor dicho, "entre todos la mataron y ella sola se murió."

Este golpe fue provocado por el cúmulo de tropelías de un régimen y de unos partidos que habían acabado con cualquier síntoma de legalidad republicana; no existía tal. La calle era de los bandoleros y del populacho que estableció sus propias cárceles o checas.

En cuanto a los generales y almirantes fusilados en ambos bandos, según Pedro Fernández Barbadillo, diez lo fueron por consejos de guerra de los nacionales y treinta por los frentepopulistas, allá donde los cazaban, siendo algunos de los suyos y otros retirados o neutrales y sin mando alguno: no fue la República la que mató, que como he dicho, era cosa muy respetable y seria. No la confundamos con el gobierno del Frente Popular que hizo un escarnio de la misma.

Alemania, D. Eligio, no invadió los Sudetes de Yugoslavia, no existían, fueron los de Checoslovaquia, que hacían frontera con el sur de aquella nación.

D. Segismundo Casado no fue ningún traidor. Contra Negrín se sublevaron al final todos los generales y coroneles más significados del bando frentepopulista, Miaja, Matallana, Menéndez, Casado, el padre de S. Carrillo, el honradísimo socialista D. Julián Besteiro, Prieto, Largo Caballero, Zugazagoitia, Araquistaín, el anarquista Cipriano Mera y otros más.

Cuando se dieron cuenta muy tardíamente, que no estaban defendiendo a una respetable República sino a un partido político tirano extranjero, negociaron con Franco la rendición sin condiciones de ningún tipo, dejó marchar a aquellos que así lo quisieron y Negrín se largó en avión a Francia como otros, pero con la talega a rebosar. También tengo que precisarle, D. Eligio, que Franco sí tuvo piedad con los vencidos. Dijo textualmente a Casado y a otros, desde que empezó la guerra que, "aquellos que no tuvieran las manos manchadas de sangre por crímenes comunes se podían quedar". Muchos estaban limpios y se fueron porque no las tenían todas consigo, había lógico miedo. Otros pasaron por campos de concentración, investigación y depuración, pronto liberados. Los más volvieron; entre otros, nada menos que su mayor enemigo en el campo de batalla, el general D. Vicente Rojo, que fue profesor destacado en Toledo y en la Academia Militar de Zaragoza en la que Franco fue su director.

¿Conoce usted el caso de Justo "el matacuras, entre otros"? Condenado a tres o cuatro penas de muerte por asesinar a cuatro curas y tres guardias civiles, fue sucesivamente indultado y tras cumplir la pena impuesta, que no recuerdo, terminó de portero del Valle de los Caídos, donde le conocí, hasta su jubilación y a donde había ido a parar voluntario, como todos, a redimir su condena a razón de cinco días por cada uno trabajado, más los indultos frecuentes correspondientes. No estuvo más de cinco años prisionero. ¿Eso no es piedad?

Saludos cordiales.