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Juanjo Jiménez

LA MÁQUINA CHINA

Juanjo Jiménez

Corrupción de alta velocidad

T ras los salones de plenos o de las comisiones propias del gobernar, los banquillos se han convertido en el ágora favorita del Partido Popular, -"estaré encantado de declarar",-, sumido en una espiral que se retroalimenta a sí misma y creando tal caos que el próximo Trivial Pursuit añadirá a sus quesitos sobre historia, deporte o cine, el quién es quién en cada uno de los casos en los que está inmerso determinado político. Se añoran los tiempos de Juan Guerra, el hermano de Alfonso Guerra, que tenía su despachito con un sueldo de 781 euros para colocar al personal afín. Era un caso naif, entrañable, desde el que a la vista de todos practicó cohecho, fraude fiscal, tráfico de influencias, prevaricación, malversación de fondos y usurpación de funciones.

Nada que ver con la corrupción contemporánea, que ha cogido tal complejidad que, si se fijan, los que rodean al corrupto cada vez son más imbéciles. Como ya no existe el despacho para cochinadas, no sospechan de la corruptela aunque observen a un íntimo del partido con un sorpresivo ático, una nueva mansión, o un inexplicable fotingo biturbo con doce cilindros en uve.

Esos patrimonios se levantan desde despachos virtuales que funcionan a 4G o por módem, de alto poder de expansión y capaces de crear megabits de corruptos que aparecen entrelazados en la misma faena, juanguerras elevados a la enésima potencia, creando gigantescas tramas cuyas investigaciones se dilatan sin fin por la interminable suma de nuevos lajas. De hecho la Gurtel aparece en 2007, y hoy es 2017.

Rajoy inauguró ayer un cable óptico que unirá Sao Paulo con España a velocidad de la luz. Allí aseguró que con este chisme "ganaremos en fiabilidad" y también "en confidencialidad".

Justo lo que nos faltaba.

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