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En el fracaso está la esperanza

Solo hay fracasos en el balance de los tres primeros meses de Donald Trump en la Casa Blanca. Los jueces en unos casos, y en otros la Cámara de Representantes, han echado abajo la casi totalidad de los decretos firmados -y filmados para difusión mundial- con los que el presidente intentó cumplir en temerario sprint sus promesas electorales. De hecho, están temporalmente suspendidas las decisiones sobre inmigración y expulsiones del país, denunciada entre otros por el sector de la alta tecnología que se nutre de la importación de talentos; la abolición del llamado Obamacare, con la que quiso devolver a clínicas privadas y compañías de seguros la cobertura sanitaria de una parte vulnerable de la ciudadanía; la financiación del "muro" en la frontera sur, del que México se niega, como es lógico, a pagar ni un metro; y el castigo a las "ciudades balneario" de EE UU, que acogen inmigrantes sin discriminar nacionalidades, culturas ni religiones. Todo está frenado y no arrancará salvo sustanciales correcciones.

La anulación del tratado de libre comercio con México y Canadá también quedó en veremos. La repatriación de industrias deslocalizadas, con la amenaza de un arancel disuasorio a la entrada de sus productos, ha disgustado seriamente al gran capital. El espectacular bajonazo de impuestos, directamente favorecedor de las grandes corporaciones, tampoco presagia un fácil trámite parlamentario por mucha demagogia que difunda el despacho oval. El bombardeo con misiles en la Siria controlada por Assad, y el envío de una flota de guerra a las costas norcoreanas, han merecido reproche parlamentario por su peligrosidad, pese a ser prerrogativas presidenciales. Rusia y China están vigilantes, mientras que la Unión Europea y la OTAN recelan de otra de las retractaciones de Trump después de aguantar su chaparrón descalificatorio.

Imposible concebir mayor repertorio de errores en tan poco tiempo. Como corolario positivo, el poder presidencial no es omnímodo. Pueden moderarlo los jueces federales con autos inapelables y las cámaras parlamentarias a despecho de la mayoría de su partido en ambas. El país que concebía Trump parece ser inviable y se están accionando los resortes democráticos que pueden parar la crecida de la hostilidad y el repudio del aislacionismo. Si hubiera empezado por clausurar la infamia de Guantánamo, condenar la pena de muerte en los estados que la practican y respetar el consenso mundial en la conservación del medio ambiente, la imagen sería otra. Da miedo la que intenta afianzar a tontas y locas. Tan solo sus fracasos sostienen la esperanza.

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