La Provincia - Diario de Las Palmas

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Ejercicio aeróbico

Somos polvo de estrellas. Es una forma un poco cursi de expresar el concepto de que cada una de nuestras moléculas formó parte, alguna vez, de las estrellas del universo. Es verdad que somos polvo, pero polvo organizado.

En el siglo XVIII se aprendió a capturar la energía térmica en una caldera y perfectamente dominada se pudo emplear para mover máquinas. Se dice que esa energía está ordenada, como lo está la que almacenamos en una batería para usarla cuando nos venga en gana. En cambio, si encendemos un fuego en el campo, transformamos en calor la energía almacenada en el combustible, la madera por ejemplo, calor que se disipa en el ambiente. Es energía desordenada, no podemos utilizarla para realizar un trabajo útil.

Desde esta visión termodinámica, el hombre es una máquina que transforma la energía química de los alimentos en trabajo útil para estar vivo. La vida es una forma de orden que va produciendo desorden. Desorden porque para comer matamos, sean animales o plantas, y rompemos los enlaces químicos que hay en el carbón o madera para extraer su energía y cocinar.

Nacer es empezar a arder. Decía Lavoisier que nuestro cuerpo se incendia en cuanto respiramos. Morir es apagarse. El oxígeno que trasportamos a cada una de las células sirve para que se produzca un incendio controlado en la profundidad de cada una de ellas. Transformamos la energía química de los alimentos en trabajo vital. Hacemos tres tipos de trabajo: el mecánico, como moverse para procurarse comida, reproducirse, resguardarse de los peligros; el químico mientras construimos y reconstruimos el cuerpo; y el trabajo de transporte de sustancias en el interior del cuerpo.

Un coche se mueve transformando la energía química del petróleo en trabajo mecánico. El conductor llena su depósito periódicamente según el gasto. Así hacemos nosotros. Comemos periódicamente para llenar nuestros depósitos de energía que se almacena en forma de grasa y glucógeno, y en pequeña cantidad en un compuesto de azúcar (glucosa). El cuerpo también tiene proteínas, pero no se almacena energía de esta forma. Las proteínas forman las estrucutra del organismo y están en la base de las substancias químicas que regulan la fisiología.

En el siglo XVIII nos comparábamos con las máquinas de vapor, ahora con los ordenadores. Peron ni ninguno de ellos tiene la capacidad de renovarse, de reconstruirse para sobrevivir y adaptarse al medio. La adaptación es muy importante, una potencialidad fabulosa del ser vivo muy desarrollada en el ser humano. Nuestro organismo se modifica para poder responder a las exigencias, cambios que bien conducidos pueden ser beneficiosos. El ejemplo más claro es el ejercicio físico: las demandas a las que sometemos al cuerpo lo obligan a remodelarse haciéndolo más resistente a la adversidad.

De una manera didáctica, hay un ejercicio físico de resistencia, como el ciclismo y las carreras de fondo y otro de fuerza, como levantar pesas. Para cada uno hay un tipo de músculo. En el primero, actúan preferentemene uno que gastan cantidades moderadas de energía, por tanto puede resistir mucho tiempo. Se llama aeróbico porque necesita el oxígeno del aire que respiramos para quemar los nutrientes. En el segundo, en un instante gasta mucho. Se llama anaeróbico porque obtiene energía del azúcar sin oxígeno: la fermenta produciendo ácido láctico. Los dos son necesarios para estar vivo. En cada músculo hay los dos tipos de fibras, las que sólo saben obtener energía aeróbicamente y las que sólo lo hacen de forma anaeróbica. Cada una de estas fibras interviene con más preponderancia en el tipo de ejercicio para el que está mejor preparada. Cuando se hace fondo se contraen fundamentalmente las fibras aeróbicas, las que necesitan mucho oxígeno. Cuando se levantan pesas se contraen las anaeróbicas, sin oxígeno.

Con esta idea general se puede entender por qué el ejercicio aeróbico es más saludable para el corazón. Si los músculos necesitan oxígeno, no le queda otro remedio al corazón que bombear más sangre. Ante esta exigencia, repetidamente, el corazón se adapta para poder responder con menos esfuerzo la vez siguiente. El músculo del corazón se hace más fuerte y las cavidades más grandes, de manera que bombea más sangre con cada latido. Es una de las rqazones por las que los deportistas tiene el pulso lento. Además, las arterias que riegan el corazón, las coronarias, se hacen más anchas: tienen que llevar más sangre a un músculo mayor. También, aunque sobre eso hay discusión, se crean nuevos vasos que hacen la circulación coronaria todavía más resistente a la obstrucción. Un corazón más fuerte va a resistir mejor el declive de la edad, la progresiva disminución de su función que desemboca en insuficiencia cardiaca. Y unas coronarias gruesas y abundantes van a ser un seguro contra la aterosclerosis: contra la angina y el infarto.

El ejercicio físico aeróbico desarrolla un corazón más resistente. El problema es que si dejamos de hacer ejercicio, el corazón lo mismo que se adaptó a la exigencia se acomoda a la molicie.

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