Al acabar el último partido del curso pasado, cuando el Rocasa buscaba una carambola que lo convirtiera en campeón de la Liga Loterías, el equipo teldense perdió un trozo de su alma. El 29 de mayo de 2016, Davinia López, capitana y emblema del balonmano canario, y Alba Albaladejo, la jugadora con más internacionalidades júnior de la historia de España, acaparaban el balonmano profesional.

La primera, con 34 años, buscaba un futuro distinto que le permitiera compatibilizar lo que no le dejó el balonmano: encontrar un trabajo estable y, en el futuro, poder fundar una familia; la segunda, enfermera de profesión y con solo 27 años, también se hacía a un lado. Tras años enganchando contratos eventuales, de cambios de guardias cada fin de semana y debiendo favores a toda su planta, tuvo que elegir. Y ahí ganaron los años que debía cotizar y la experiencia con el uniforme. Ambas eran dos pilares para el club.

Sus ejemplos sirven para evidenciar la gran encrucijada a la que se enfrentan día a día decenas de mujeres al final de cada temporada: jugar un año más, con una concepción más amateur que profesional, o bien volcarse de lleno en su carrera lejos de la cancha -en ocasiones respaldada de cierta formación académica adquirida entre entrenamiento y entrenamiento, entre partido y partido-.

Pero, ¿cómo evitar que las mejores deportistas de este país se encuentren frente a esa tesitura? La Ley del Deporte en España, que ya huele a polvo -se mantiene la de 1990-, no se corresponde a las exigencias que requiere el deporte de hoy. Si se hace un ejercicio de rastreo por encima de cualquiera de los 13 títulos que componen esa la ley, no hay ninguna referencia a cuestiones de género. Ni una.

Sin un marco legal que las ampare, el profesionalismo real, el auténtico, se difumina. Acudir como bloque a firmar un convenio colectivo o contratos profesionales resulta casi una utopía. José Ramón Lete, secretario de Estado para el Deporte, comentó hace unas semanas que uno de los ejes de la nueva Ley del Deporte será la promoción de la actividad femenina. Es un buen inicio, al que le falta la profesionalización. Mientras el Gobierno alumbra una nueva legislación, ellas sepultan esos vacíos con talento, esfuerzo, dedicación y amor por el deporte. Y de eso este Rocasa Gran Canaria va sobrado.