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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

El gran pedo

Ha arraigado de manera irrefrenable en la retórica política la idea de la borrachera como fórmula didáctica para explicar la ruina de los estados. Primero fue Djjeeememborg [permítanme escribirlo así por el contexto], responsable del Eurogrupo, y ahora ha sido el ministro Montoro, que cargó ayer contra los pedigüeños en su defensa de los presupuestos generales: "Venimos de una crisis por una borrachera de gasto público y algunos ya quieren irse de copas". El neerlandés, como es sabido, culpó a los del Sur de fundir hasta sus alianzas de casado en mujeres y cubatas. Montoro, en cambio, se decanta por unas comisiones ministeriales bien regadas con Jack Daniels donde los ceros de las cifras se multiplicaban y el váter no daba abasto ante tanto vómito. Fantasía pura o maledicencia atómica. Ni uno ni otro tienen razón: lo que realmente provocó la caída del imperio (o los imperios) fue el gran pedo, bacanal alcohólica que superó con creces la borrachera chic y que alcanzó su culmen en combinación [tequila, mucho tequila] con el saqueo de las arcas públicas. Nada que ver, por supuesto, con esos borrachos silenciosos del cuadro Los halcones de la noche de Edward Hooper, sino con un estropicio del que todavía no paramos de recoger excrecencias corruptas. Djjeeememborg y Montoro nos manipulan. La borrachera peor de todas aún tintinea en los paraísos fiscales, le está costando al Estado una verdadera fortuna en gastos judiciales y pericias millonarias, ha dañado como ninguna otra la confianza democrática de los ciudadanos, ha resquebrajado la creencia en la Justicia, pudrió el sistema financiero... La borrachera a la que se refieren estos tecnócratas tuvo tras de sí el enriquecimiento desaforado de unos tipos que le cogieron el gusto al gran pedo. Precisemos, entonces, entre una y otra cosa.

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