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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

El 'quevedismo'

El quevedismo como nombre para el episodio más reciente de presión de un diputado canario para obtener fondos para su autonomía no debe confundirnos. Me uno a los parabienes generales sobre lo arrancado por el voto 176 al PP, sobre todo porque nos lleva a reflexionar sobre el sentido utilitarista del Rajoy más necesitado: no hay un convencimiento, sino algo tan simple como echarnos una ración más para lograr el apoyo de un diputado -Pedro Quevedo- de un partido ambivalente. Lo peor de todo es que determinada clase política canaria, una vez alcanzado el preciado aguinaldo, crea que ha conquistado el Everest y que ya no hace falta explicar nuestro fracaso escolar, el paro juvenil, el subdesarrollo cultural de los barrios periféricos, la cicatería empresarial, los enormes dividendos de turismo que se fugan del territorio insular... El quevedismo, que es algo así como morir de éxito, reabre el viejo ciclo del exhibicionismo del chantaje político, incluso dándole el rango más alto a la firma del yo te doy tú me das. Tenemos que sentir rubor al ver al diputado regional Román Rodríguez, jefe del quevedismo, erigirse en omnipotente rentista del acuerdo presupuestario con el PP. Cabía en una esquina, quizás, Fernando Clavijo, presidente del Ejecutivo, por aquello del Día de Canarias y la unidad, y también por un mínimo de generosidad protocolaria, que nada tiene que ver con ser enemigos de siempre. Los millones despachados -nadie le puede discutir a NC su capacidad para explotar el don de la oportunidad- no pueden cegarnos. Y resulta bochornoso ver las maneras altisonantes con las que se ha forrado este asunto del voto 176. Una mirada a nuestras estadísticas es suficiente para ver que este quevedismo no es el método político ni el más sano. El voto decisivo no es para toda la vida, muere.

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