La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

OBSERVATORIO

Islam e islamismo en España

En la actualidad conviven entre nosotros casi dos millones de musulmanes, la mayoría de ellos inmigrantes integrados sin problemas en la sociedad española, que siguen manteniendo relación con sus países de origen.

Pero antes es importante distinguir conceptos y términos referentes al mundo islámico, a su religión y sociedad en la que viven, que pueden confundir al ciudadano de a pie e inducir a error a la hora de valorar estas creencias y costumbres, con posibles consecuencias negativas para la convivencia en nuestra sociedad actual.

Islam e islamismo no son sinónimos. El primero es la religión de los musulmanes, palabra árabe que viene a significar "sumisión a Dios y paz", difundida por el profeta Mahoma que se asienta en dos sólidos soportes: el Corán o libro sagrado que recoge las revelaciones de Dios al Profeta, y la Sunna, la tradición musulmana, que resume la manera en la que vivió el Profeta y obliga a seguirla. Sin embargo, el hecho de que esta religión abarque de forma integral la vida del hombre, al que da respuesta y solución a todos los problemas imaginables, desde el religioso, personal y social al familiar, dificulta su comprensión ante los ojos de la mayoría social española. Por su parte, el islamismo es la interpretación ideológica del islam con fines políticos, es decir, es un islam político, el que ha traído los problemas actuales de violencia.

Y, brevemente, un par de conceptos más: "fundamentalismo" y "salafismo", que son origen de todos los movimientos islamistas violentos, fuente del terrorismo que nos azota, el Estado Islámico (EI) o Daesh y Al Qaeda.

Se entiende por fundamentalismo el movimiento religioso (o político) que aplica sus dogmas de manera estricta y literal, en la búsqueda de sus principios básicos. En el islam, es un retorno a los fundamentos y se opone a cualquier evolución de la doctrina que sea considerada esencial para su dogma. Este movimiento no deja de ser un modelo peculiar de militancia religiosa que intenta frenar la degradación de la identidad religiosa. Buscan proteger y defender esta identidad que consideran amenazada por el secularismo imperante en la cultura occidental, donde se asoman infinidad de jóvenes musulmanes a través de las redes sociales y las parabólicas. Consideran que lo secular relega lo religioso a la vida privada, convirtiendo lo espiritual en una relación directa del individuo con Dios, algo contrario a su doctrina.

Y "salafismo" es un movimiento político-religioso fundamentalista, una vuelta a las fuentes y a los fundamentos originales para reformar lo que consideran un islam deformado por tradiciones posteriores que han desvirtuado su naturaleza. Estas impurezas son atribuidas a la propia umma (comunidad musulmana) bien por ignorancia, superstición u olvido de la esencia del islam. Las consecuencias, a sus ojos, son dos: la sociedad islámica recibió un castigo divino por este desvío de los fundamentos, que conlleva la falta de confianza de Allah y, segundo, como consecuencia se reproduce el esplendor de los incrédulos o ateos y cruzados, que durante siglos han menospreciado los valores del islam con la humillación de sus seguidores.

El creciente número de inmigrantes musulmanes llegados a nuestro país en estos últimos años, coincidiendo con el resurgir del salafismo, ha provocado una profunda transformación en lo que venía siendo el moderado islam español, que ha conseguido alarmar, en parte (un tanto por ciento elevado vive al margen de este problema), a nuestra sociedad. Tres procedencias integran el colectivo musulmán en nuestra sociedad.

El principal grupo proviene de nuestros vecinos en el Magreb, donde se practica el islam sunní moderado, de la escuela jurídica Malikí (una de las cuatro escuelas, fundada por Malik Ibn Anas, extendida en todo el norte y oeste de África), formado principalmente por marroquíes y argelinos, y en menor medida por paquistaníes, países de Oriente Medio y subsaharianos. La mayor parte de ellos han venido a España a trabajar en el campo y en la construcción, buscando mejorar sus condiciones de vida.

El siguiente grupo proviene de países de Oriente Medio que llegaron a España a finales de los años setenta y durante la década de los ochenta, cuando muchos de ellos tuvieron que abandonar sus países por motivos políticos. Como los anteriores, se han adaptado e integrado en la sociedad española, sin que hayan perdido sus contactos con los países de origen.

Y el último colectivo lo forman los conversos, nacionales españoles que deciden abrazar el islam, que no suponen más del 3 o 4 % de toda la comunidad musulmana española. Una parte importante de este grupo procede de movimientos radicales de izquierda.

La Constitución española de 1978, en su artículo 16, consagra los derechos de libertad e igualdad religiosa, poniendo fin a la confesionalidad católica. Y una Ley Orgánica en julio de 1980, sobre libertad religiosa, desarrolla este precepto adoptando acuerdos de cooperación con el Estado.

La gran mayoría de los musulmanes en nuestra sociedad siguen la rama suní, y así como los chiíes poseen una organización jerarquizada donde el máximo nivel lo ocupan los ayatolás y un consejo de ellos eligen al supremo o Gran Ayatolá, los suníes carecen de clero y sostienen la relación directa del hombre con Dios, sin intermediarios. El imán es una figura ordinaria que sirve de guía para realizar el ritual de la oración.

Esta característica del suní hace que proliferen diversas asociaciones, más bien locales, para organizar reuniones y rezos en comunidad. Ya en 1971, Riay Tatary, médico de origen sirio nacionalizado español, funda la Asociación Musulmana de España con la intención de agrupar a todas aquellas asociaciones diseminadas por todo el territorio. Con la llegada de la democracia, en 1979 los conversos españoles se asocian en la Comunidad Musulmana de España, que descontentos con la gestión de Tatary, empiezan las tensiones y la rivalidad por hacerse con el dominio del colectivo musulmán. En la actualidad permanece la Unión de Comunidades Islámicas de España (Ucide), presidida precisamente por Riay Tatary, desde donde viene condenando todos los atentados ocurridos en el mundo, recordando "su pleno compromiso en la lucha contra cualquier tipo de terrorismo..." La Ucide tiene un despliegue de federaciones en distintas comunidades autonómicas, como la de Canarias, denominada Unión de Comunidades Islámicas de Canarias, creada en 2008 en Fuerteventura, donde reúne a distintas asociaciones de las Islas.

Y, por último, citar el activismo islámico en nuestro país, que podríamos reducirlo en tres vertientes: el activismo político, el religioso y yihadismo salafista (fuente: Escobar Stemman, Política Exterior n° 224, julio/agosto 2008).

El primero, el activismo político, que busca el poder a través de su participación en las instituciones, y si es preciso constituyéndose en partidos políticos (como el que fue fundado en Granada en 2009, el Partido Renacimiento y Unión de España, Prune), con vocación de participar en las elecciones municipales.

Dos tendencias destacan aquí, los asociados a los Hermanos Musulmanes (HH MM) y los del Partido Justicia y Espiritualidad (PJE). Los HH MM, creado en Egipto en 1928, extendido por todo el mundo islámico y ahora también por Europa. Su principal objetivo es expandir el islam en la sociedad, ofreciendo una premisa principal: alcanzar el respeto de la sociedad en la que viven mediante su identificación como musulmán. El PJE, movimiento islamista marroquí, que actúa aquí por la presencia mayoritaria de inmigrantes de este país. En Marruecos fue fundado por el carismático jeque Abdeslam Yasin en los años ochenta, caracterizado por su posición contraria a reconocer la legitimidad religiosa del monarca (el Comendador de los Creyentes), mostrando además su deseo de acabar con el actual sistema político marroquí a través de la acción política. En la actualidad permanece en un limbo legal, pues a pesar de ser reconocido y tolerado por las autoridades, su rechazo a la monarquía ha impedido su legalización. En España es uno de los principales actores islamistas dedicado al apoyo a su comunidad. Su principal organización es la Asociación Onda, con sede en Getafe, Madrid.

El activismo religioso está representado por dos actores, los misioneros predicadores Tabligh y los predicadores salafistas, concentrando su actividad en la predicación de la fe y mantener la cohesión de la comunidad musulmana.

En España, los Tabligh están integrados por marroquíes y paquistaníes, y su principal objetivo, mediante la predicación, es mantener a los musulmanes en comunidades apartadas, sin ningún tipo de relación con el mundo occidental. Rechazan de forma explícita la violencia.

Respecto a los predicadores salafistas, llegaron a España, como al resto de Europa, en la década de los 90 cuando estaba en alza el Frente Islámico de Salvación, el FIS argelino. Aunque el salafismo reformista rechaza la violencia, predica un islam que propugna la ruptura total con la cultura occidental. Sus predicadores visitan de forma regular mezquitas en las comunidades valenciana y madrileña, donde sus charlas van destinadas, además, al proselitismo. Recibe importante apoyo económico de Arabia Saudí.

Y, por último, el yihadismo salafista se inició en España en la mitad de los noventa, de la mano de los grupos armados argelinos. Las primeras células pertenecieron al Grupo Islámico Armado (GIA), argelino, que había realizado atentados en Francia. Uno de sus líderes, Allekema Lamari, fue acusado de pertenecer a la célula terrorista que cometió los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. En la actualidad, tanto Al Qaeda como el Estado Islámico representan la máxima amenaza para nuestra sociedad. Nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) y Centro Nacional de Inteligencia (CNI) vienen realizando un interesante e importante esfuerzo en la lucha contra el terrorismo, con importantes éxitos.

Queda decir que el activismo islámico, tanto los políticos como los religiosos, aun siendo minoritarios, promueven un mensaje abiertamente comunitario, de espaldas a la sociedad donde viven, que impiden su integración. El compromiso de la comunidad musulmana que convive con nosotros debe hacer frente a este tipo de activismo, para facilitar y favorecer la integración del inmigrante. Y en mayor medida, la implicación en la denuncia del yihadista salafista, vital para enfrentarse al terrorismo que propugnan y nos amenaza.

Compartir el artículo

stats