Frodo se sentó, no sin esfuerzo, en una silla tallada en madera de flamboyán diseñada para seres de mayor estatura. Había pasado por un calvario hasta llegar a Rivendel, perseguido por los secuaces del maligno, pero al fin se sentía seguro. Allí, en aquella reunión, se encontraba lo mejor de cada casa. La crème de la crème de los habitantes de la Tierra Media, o lo que es lo mismo: la peñita crema. Habían sido convocados, como les hizo saber Elrond, para decidir el destino del Anillo Único, capaz de destruir a Sauron o de darle el poder para siempre. Elfos, enanos, hombres, hobbits, un mago y un ewok desorientado eran los encargados de debatir la estrategia que habrían de seguir.

Gandalf tomó la palabra. Noticias preocupantes llegaban desde casi todos los rincones. Jueces, fiscales, presidentes y ministros estaban bajo sospecha. Se notaba en los nubarrones, que no eran como la panza de burro sino peor, y en que la lluvia era siempre pa' más calor. Pero existía la opción de ir al Monte del Destino, tras un pateo de los que dan fatiga y flato, comiendo en plan vegano, y tirar el anillo a la lava. Alguien preguntó si no podían ir a un compro oro y ya. "Never", respondió Gandalf. El anillo solo se podía destruir de aquella manera.

Aragorn, el autoproclamado rey de los hombres, la gran esperanza blanca de los Dúnedain, se presentó voluntario para llevarlo. Eso no le hizo mucha ilusión a Boromir, hijo de Denethor, regente de Gondor, que prometió que no lo secundaría si no le dejaban ser el portador. "Pero si al final vamos a ir al mismo sitio", dijo Frodo, aunque nadie le prestó atención. Gimli, hijo de Gloin, nacido en las Montañas Azules, opinó que esa no era forma de plantear las cosas, sin consenso. Legolas, hijo de ABBA, príncipe de los elfos del Bosque Supino, preguntó si no se debería esperar un poco hasta tener los apoyos necesarios. Gandalf asintió levemente. El ewok no sabía cómo había llegado allí.

Aragorn le dijo a Boromir que si lo quería llevar él, retiraría su anterior oferta sin problema. Como Boromir no se fiaba de Aragorn le respondió que ya no sabía si votar en contra del anillo o abstenerse. Aragorn, por lo bajini, le contestó que de abstenerse sabía un montón. Boromir hizo como que no le escuchaba pero de repente le espetó que ya habrían tirado el anillo al Monte del Destino hace unos meses, cuando fue con sus amigos los Uruk Hai a pedirle apoyo y Aragorn se negó. Ante todo esto Legolas pidió paz y Gimli dijo que por su parte no iba a haber consenso, a no ser que le dejaran hacer un referéndum. El ewok preguntó qué tenía que ver una cosa con la otra. Viendo cómo estaba el asunto, Gandalf puso voz de ronero amplificado y apeló a la unidad. "Para que te apuñalen por la espalda", le replicó Boromir. "Piri qui ti ipiñilin pir li ispildi", le imitó Aragorn.

Entonces Frodo, que llevaba todo el tiempo flipando, se puso de pie sobre la silla y les preguntó si creían que Sauron era un peligro contra el que luchar. Todos asintieron. Volvió a preguntar si no preferían un mundo que no se corrompiera poco a poco. Y todos asintieron emocionados. "¡Lo impediremos!", gritó Legolas. "¡No! ¡Lo impediremos nosotros!", replicó Gimli. Frodo estaba ojiplático. Aragorn agarró el anillo y dijo que lo iba a llevar solo aunque nadie le siguiera. Boromir le pidió que lo llevara puesto para no tener que verle el careto. Gandalf hizo un truco de magia y transformó los titulares de los periódicos que hablaban de una Tierra Media corrupta en titulares que hablaban de política responsable. Dijo "tachán" al terminar.

Y así regresó Frodo a su hogar, seguido de sus compañeros hobbits y el ewok, comentando la aventura vivida. Puede que los que siguen en Rivendel se pongan de acuerdo algún día. O no. Puede que tan solo sigan discutiendo durante meses, exprimiendo las posibilidades que da la Lengua Común para excusarse e indignarse. Con la misma tienen suerte y la discusión les dura hasta las próximas Guerras Presidenciales, así no se les tendría que ver juntos en ningún momento. Mientras tanto, solo queda confiar en el destino y esperar que la panza de burro nunca llegue a Hobbiton, para que nunca ensombrezca los corazones de sus queridos vecinos.