No hagan ustedes mucho caso a los pretextos a los que acude el líder del PP de Canarias, Asier Antona, para explicar la caracoleante lentitud de las negociaciones entre coalicioneros y conservadores alrededor de la colmena del Gobierno autonómico. No, el problema no son ni la reforma electoral ni la reforma fiscal que propugna, o eso dice, el PP, incapaz de entender la muy escasa venta electoral que tienen las rebajas tributarias en las Islas, especialmente, en el capítulo del IRPF, porque entre las decenas de miles de parados y las sueldos miserables que se pagan a los contratos por días o semanas, se paga poco. Lo que sulfura la gente es que su aportación, por modesta que sea, resulte administrada ineficazmente, mientras las rentas del trabajo siguen escabulléndose tan ricamente. En fin, el problema no son esas tecniquerías electorales o tributarias, sino que el PP ha exigido cuatro consejerías, cuatro y ni una menos, y el presidente Clavijo no afloja y parece que no está dispuesto a hacerlo en el futuro.

Antona comenzó con su olímpica pejiguera hace varias semanas y obtuvo de José Miguel Barragán la misma respuesta que suele obtener cualquier problema o peligro en las inmediaciones del secretario general de CC: lo citó para una semana después. Barragán cita siempre para un futuro mediato o inmediato a problemas, crisis y seres humanos, y así lleva veinte años domesticando el cotarro coalicionero. Una semana más tarde, después de escuchar las demandas de Antona casi en silencio, sugirió que los negociadores de una y otra parte se reunieran semanalmente. Y ahí siguen. Antona comienza a ponerse nervioso. Quería una consejería de carácter horizontal y había fijado sus apetencias en Economía, que le permitiría además pasear por Bruselas: mucha reunión y ringorrango, muchas fotos, mucho chocolate y una plataforma para reconstruir y actualizar las relaciones del PP con el empresariado grancanario, cada vez más encantado con Clavijo, en la era postSoria. Pero la Consejería de Empleo es innegociable, como lo es la de Hacienda. Los coalicioneros, en cambio, están dispuestos a soltar la Consejería de Presidencia y Justicia, que ya en su día dirigió María Australia Navarro. Barragán volvería a la Viceconsejería de la Presidencia y desde allí, sin duda, citaría a Antona de nuevo para la próxima semana. O la siguiente.

El jefe del Ejecutivo no está dispuesto a concederle un póker al Partido Popular: la oferta está cerrada. Además de la Vicepresidencia -que en realidad se reduce a una condición de suplencia, pero que significa una docena de plazas para colocar a los fieles- la Consejería de Presidencia y otros dos departamentos. El conflicto que debe manejar Clavijo no es fruto directo de la futura entrada del PP en el Gobierno autonómico, sino del precio interno de los reajustes entre las fuerzas coalicioneras a las que obligará esa entrada. Lanzarote soportará mal perder la Consejería de Turismo mientras Tenerife -la circunscripción de Clavijo- no solo dispone del liderazgo presidencial, sino de dos consejerías. En resumen, Tenerife debe sacrificar alguna pieza y los ojos se vuelven, de nuevo, a la Consejería de Empleo y Políticas Sociales, que podría asumir el vicepresidencial Antona, como en 2015 lo hizo Patricia Hernández.