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Cacahuetes

Sí, sí, cacahuetes. Es lo único que faltó en la entrevista que hizo La mañana de La 1 a una chica: tirarle unos cacahuetes.

Puede parecer feo echar cacahuetes a una persona como si fuera una atracción de feria, pero habría sido perfecto. Así sería más evidente lo que ocurrió. En el plató, Silvia Jato, presentadora veraniega de La mañana, y varios acompañantes hablaban de la integración social de la comunidad musulmana en España. Todo de muy buen rollo, por supuesto. Para que el programa quedara chulo conectaron con una reportera que estaba acompañada por una mujer en la que se daban simultáneamente las inverosímiles circunstancias de ser a la vez española, descendiente de marroquíes, musulmana, joven y culta. Hay que ver qué gente más rara encuentras por ahí. Qué puntazo para La 1 sacarla en directo. Que se fastidie la competencia.

Desde el plató hacían preguntas paternalistas, condescendientes o simplemente faltosas. La chica intentaba explicarse, pero la interrumpían con comentarios paternalistas, condescendientes o simplemente faltosos. Jato veía que no estaba cómoda, así que, guay como es ella, volvió a interrumpirla -aumentando su incomodidad- para decirle que se calmara, que nadie la estaba atacando. Justo el tono paternalista, condescendiente o simplemente faltoso de toda la entrevista.

Si la reportera le hubiera tirado en ese momento unos cacahuetes a la joven, tal vez en el plató se habrían dado cuenta de la vergonzosa entrevista que estaban haciendo. Unos cacahuetes como símbolo de buena voluntad que remarcara la superioridad de quien los da sobre quien los recibe, la humillación de quien debe agacharse para recogerlos del suelo. Naturalmente, explicaron a la chica lo afortunada que era porque la entrevistaban para hacerle un favor. Conseguir que dé las gracias quien primero ha de doblar la cerviz es el final perfecto. Ahora falta ver si cuando hablen sobre la pobreza, en honor al Plácido de Luis García Berlanga, sientan un pobre a su mesa y, por fin, le echan cacahuetes.

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