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La deuda ni se crea ni se destruye

Cuando hay humo hay fuego y cuando estalla una crisis es porque antes hubo excesos de deuda, sean en el sector privado o en el público. Los españoles acabamos en la Gran Recesión acercando a la llama de una crisis financiera de origen internacional la atmósfera explosiva de nuestra burbuja inmobiliaria: hogares y empresas llegaron a deber en el cénit de la fiesta del crédito el equivalente al 216% del producto interior bruto (PIB) del país, 55 puntos porcentuales por encima del promedio de la zona euro.

Hoy los números dicen que estamos mejor: el endeudamiento privado ha bajado al 166,1% tras un notable esfuerzo de desapalancamiento de familias y sociedades y también por efecto de los años de sequía de préstamos y depresión del consumo y la inversión. Ahora bien, para explicar lo que viene a continuación podría decirse (aunque no sea científicamente riguroso) que la deuda, como la energía, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma (cambia de manos).

En 2010, a las puertas de la crisis de deuda soberana que puso al euro contra las cuerdas y abrió paso a los recortes y a lo más profundo de la recesión, el sector privado debía el 215,7% del PIB y el sector público, el 60,1%; en total, 276%. En 2017, hogares y empresas deben el 166%, pero el pasivo del Estado ha escalado al 100%; en total, 266%. Así que en estos siete años y visto de manera agregada, el conjunto de la deuda de España ha bajado en realidad unos diez puntos porcentuales.

Conclusión: seguimos con una posición muy expuesta a posibles shocks financieros y también a las subidas de tipos de interés que a medio plazo se van a producir. La parte buena es que tenemos un crecimiento vigoroso y menos desequilibrado que el que nos condujo hasta la Gran Recesión, financiado con el torrente de dinero que no teníamos dentro y nos prestaban desde fuera los mismos acreedores que luego recetaron austeridad. La parte mala es que, como la deuda ni se crea ni se destruye, nuestros débitos con el exterior en realidad no han bajado y siguen en niveles de alto riesgo (170% del PIB en términos brutos y 86% en términos netos, descontados los activos de los españoles en el extranjero). Persiste este desequilibrio: España no genera ahorro interno en proporciones razonables para depender menos de los prestamistas de fuera.

¿Qué pasará si suben los tipos de interés? Por cada punto que lo hagan, la factura en costes financieros para el conjunto de la economía sobrepasaría los 26.000 millones anuales. ¿Cuándo subirán si es que lo hacen? Imposible responder, aunque conviene seguir la pista de lo que hacen los bancos. Los de la zona euro tienen aparcados en el BCE más de 600.000 millones de euros a pesar de que Mario Draghi les cobra por ello (0,4%). Es munición a la espera de que emerja pronto un aumento atractivo en el rendimiento de los bonos de deuda pública, que de hecho inició un suave ascenso en el otoño de 2016. Por ahí, por la deuda pública que pagamos todos, llegará la primera factura antes o después.

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