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Elizabeth López Caballero

el lápiz de la luna

Elizabeth López Caballero

Los nuevos intelectuales

Qué mayor me siento! ¿Eh? Sí, pero no me siento mayor porque, a mis treinta y dos años, algunas líneas de expresión se estén abriendo paso alrededor de mis ojos ni porque algún cabello carente de pigmento luzca enredado entre mi melena. Más bien tiene que ver con eso de no identificarte con la sociedad en la que te ha tocado vivir o con la sensación de no entender de qué van las nuevas generaciones. Y una mañana te descubres hablando como tu abuela: "El mundo está echado a perder" o "Esta juventud no sabe lo que hace", y cosas por el estilo. Es evidente que vivo en una era donde la inteligencia y la cultura están infravaloradas. A ver, me explico; no es que ahora, por estar escribiendo desde Lisboa, en el café A Brasileira -mitómana que es una- me hayan entrado aires de grandeza o quiera compararme con Pessoa. No, no va por ahí la cosa. Más bien tiene que ver con el rollo influencer, instagramer o youtuber vs intelectuales. Y es que vivo en un periodo en el que un escritor, que tarda años en escribir un libro, obtiene solo un diez por ciento por cada venta o en el que un periodista freelancer, que viaja a cualquier país en guerra para contarnos la situación de los civiles, cobre apenas doscientos euros por artículo y, así, no sé cuántos ejemplos más. En cambio, luego nos encontramos con jovencitas como Dulceida, que dice abiertamente -sin una pizca de rubor en las mejillas- que no terminó la Enseñanza Secundaria Obligatoria pero que cobra hasta dos mil quinientos euros -de la marca a la que publicite- al subir a su cuenta de Instagram una foto con alguna prenda, donde además de observar lo bonito que puede ser el vestido o el pantalón, puedes hacerte eco de las consecuencias de no terminar la ESO al ver la cantidad de faltas de ortografía en el texto donde explica cómo y dónde puedes adquirir la ropa que luce. Otro ejemplo es el de Laura Escanes, actual mujer de Risto Mejide, quien ha abandonado la carrera de periodismo y cuyo caché ha subido como la espuma tras su matrimonio. Además de cobrar casi tres mil euros por cada accesorio que muestre en sus redes, exige a las empresas que le paguen el viaje, la estancia y la dieta a ella y a un acompañante, si la foto que ha de realizarse para su Instagram requiere viajar -más los tres mil euros por caché-. ¡De locos! ¿Qué hacen estos jóvenes? ¡Nada! Sin embargo, ahí están, abriéndose paso sin esfuerzo alguno. Mientras, cuando ellos suben fotos o vídeos a sus redes haciendo nada, hay alguien creando una obra maestra, ya sea un escritor, un médico o un biólogo. Créanme, no es pelusa, solo que parece que la ignorancia triunfa sobre la cultura y la inteligencia. Y a mi edad, ya no consigo ver el mundo como estos "nuevos intelectuales" sin sentir vértigo.

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