De todo hace ya 20 años. Recuerdo que en las puertas de un establecimiento en el que se celebraba un debate electoral Jaime Pérez Llombet y yo fuimos abordados por un individuo enfurecido en cuya mirada apenas cabía el desprecio. El tipo, bajito e infinitamente farruco, se nos plantó delante y escupió más que dijo:

-Los voy a sacar de aquí. Los voy a echar de la isla a patadas.

Jaime siempre ha sido más prudente y se limitó a mirar tranquilamente al sujeto con cierto interés entomológico. Yo me acerqué un par de pasos sonriendo. Me hacía mucha gracia el puñito que agitaba en el aire. Justo cuando le iba a precisar con exactitud lo que pensaba de él surgió una mujer que lo tomó del brazo y, tras una resistencia teatral, consiguió llevárselo:

-Tranquilo, Nacho, tranquilo.

Sí, fue la primera vez que escuché a Ignacio González Santiago. Era entonces, creo recordar, nada menos que el secretario general del PP de Canarias, y se permitía numeritos arrabaleros con la mirada enrabietada de un niño con sonajero de plata al que nada le está prohibido. Después de las elecciones, y merced al pacto entre CC y PP, sería nombrado consejero de Presidencia del Gobierno. Apenas tenía 30 años. Estaba convencido de que en un par de trimestres sería presidente. Se quedó muy asombrado al descubrir que las cosas no transcurrían como él mandaba, ni siquiera con el apoyo del patriarca, don Ignacio González Martín, y su polimorfo billetero. Cuando José Miguel Bravo de Laguna se hartó de ellos, que gobernaban el PP de Tenerife como si fuera una sociedad anónima, el exconsejero se quedó atónito y repitió, de nuevo enfurecido:

-Pero si el partido es nuestro.

Javier Arenas vino de Madrid para cortarle la cabeza con tanta rapidez y habilidad que ni una gota de sangre salpicó su camisa. Se celebró una casi improvisada rueda de prensa y preguntaron a Arenas por González y su futuro.

-No me suena en el futuro ningún Ignacio González.

Luego el exconsejero se acercó a Lorenzo Olarte y le compró su partidete, el CCN. En la rueda de prensa de anuncio de la compraventa Olarte juró que en el Gobierno que vicepresidía González Santiago con el PP, era el más nacionalista de todos, aunque se desconoce si el piropo estaba incluido en el precio. El resto cabe en el sumario de la pieza separada del caso de Las Teresitas sobre financiación ilegal del CCN, que ha llegado ahora a la fase de apertura de juicio oral. Porque el Centro Canario de Nacho no era exactamente un partido, sino una máquina para adquirir cargos públicos, voluntades políticas y votos. Una máquina cara en relación con su capacidad productiva, pero que le sirvió a González para ser diputado regional y concejal en el Ayuntamiento de Santa Cruz, para ser cortejado por CC y por NC, para simular, en fin, que era un político de verdad, y no la grotesca caricatura de un venezolano chachón, ricachón y tahúr, como siempre temió. El sentido de la impunidad estaba tan enraizado en el clan que, según el sumario judicial, financiaron la organización a través de las empresas del parqué familiar, utilizando a veces los despachos de la Cámara de Comercio -presidida por González Martín, su padre-..

Fueron tan poco astutos como escasamente melindrosos. Tan brutales como brutos. Supieron hacer mucho dinero, pero no gestionar el poder acumulado. Más allá del resultado del proceso judicial, lo que debería intranquilizar mucho (y por supuesto para nada intranquiliza a nadie) es que esta saga haya estado en el centro a veces y en la periferia del centro casi siempre del núcleo de dirección político y empresarial de Tenerife.