Va a cumplirse un año desde que, tras el escándalo de las noticias falsas en las elecciones norteamericanas, Google y Facebook anunciaron que iban a tomar medidas contra las páginas y webs que difundieran desinformación aprovechando las características del buscador y la red social.

La defensa que ambos gigantes han estado utilizando desde que surgieron las primeras críticas siempre ha sido que ellos no son medios de comunicación sino distribuidores de contenidos que ponen a disposición de la gente lo que ésta busca, en función de sus intereses.

No obstante, lo que hasta hace solo unas semanas eran conjeturas, el resultado de investigaciones privadas de tipo genérico, o quejas por parte de los medios de comunicación tradicionales, ha adquirido en los Estados Unidos una dimensión nueva, al convertirse en un asunto de seguridad nacional debido a las evidencias del papel jugado por Rusia en las elecciones norteamericanas.

Según una investigación llevada a cabo por el Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, durante los comicios en los que se impuso Trump se lanzaron a diferentes redes sociales miles de publicaciones de pago de procedencia rusa que fueron vistas por millones de usuarios principalmente de Facebook, pero también de Google (Youtube principalmente) y Twitter y que según los senadores de los dos partidos representados en la cámara "pretendían dividir a lo sociedad norteamericana en temas como la raza, la inmigración y los derechos recogidos en la segunda enmienda (que permite llevar armas)".

El senador demócrata Mark Warner comentaba en la introducción a las comparecencias que están teniendo lugar estos días, y con las que las instituciones estadounidenses están intentando conocer la magnitud real del problema, que las guerras de contrainformación existen desde hace décadas, pero la diferencia con el momento actual es que "las redes sociales tienen la capacidad de magnificar la propaganda y las noticias falsas a una escala inimaginable en los tiempos del muro de Berlín".

Puesto contra la espada y la pared y presionado por el aparato del estado y organizaciones de la sociedad civil como la Electronic Frontier Foundation, Facebook ha por fin reconocido la magnitud del problema aportando, con cuentagotas, algunos datos obtenidos de entre sus propias estadísticas y ha admitido que solo en las pasadas elecciones se publicaron miles de publicaciones desde Rusia con mensajes electorales, que llegaron a más de 126 millones de personas a través de 470 cuentas en esta red social. Google por su parte ha reconocido haber detectado más de mil vídeos con las mismas características.

Así, las instituciones norteamericanas enmarcan estas acciones dentro de una auténtica ciberguerra en la acaban de ser conscientes del auténtico caballo de Troya que ha supuesto la falta de implicación de las compañías, especialmente Facebook, en el crecimiento de un gran problema, el de la difusión falsa de información facilitada en muchas ocasiones por las propias plataformas que han dejado de lado la rigurosidad de sus procedimientos y controles, han olvidado la responsabilidad social que supone en una democracia concentrar tanto poder, y se han centrado únicamente en los resultados económicos.