Se llaman demócratas y no lo son. Hablan en nombre de la democracia y atentan contra el más elemental de los principios democráticos. Gritan libertad y violan el derecho a decidir de los individuos a los que dicen representar. La declaración unilateral de independencia de Cataluña fue un acto profundamente antidemocrático. Y no porque haya sido ilegal, pues en ocasiones la propia ley, por más que haya sido aprobada por procedimientos democráticos, puede atentar contra la dignidad de los individuos y entonces no solo es legítimo desobedecerla, sino que incluso pudiera constituir un imperativo moral, algo que solo el individuo, en la soledad de su conciencia, puede decidir. La DUI del viernes fue antidemocrática porque una decisión de esas características sólo se puede tomar después de que la ciudadanía la apruebe directamente por la vía de un referéndum que ha de gozar de todas las garantías, lo cual, obviamente, no ocurrió el pasado 1-O.

Se llaman demócratas y no lo son. El trío del 155, PP, PSOE y Ciudadanos, se agarran a la Constitución y confunden democracia con derecho. Creen, o intentan hacernos creer, que cualquier decisión política si es legal es democrática. Como si en las democracias contemporáneas no se pudieran tomar decisiones legales y profundamente antidemocráticas. Decidieron suspender la democracia en Cataluña para, dicen, restaurar la democracia, que es como decidir ir a la guerra para defender la paz. Afirman que en democracia se puede defender cualesquiera ideas, incluso las de los independentistas, pero se niegan a reconocer el derecho a decidir de la ciudadanía de Cataluña. Se llenan la boca con la palabra autogobierno, pero rechazan que la ciudadanía catalana se pueda pronunciar en un referéndum de autodeterminación pactado, legal y vinculante.

Se llaman demócratas y no lo son. He escuchado a Miquel Iceta, del PSC, decir en el Parlament que una minoría, por muy numerosa que sea, no puede imponer su decisión a una mayoría. En términos similares se ha expresado en el Congreso de los Diputados Margarita Robles, portavoz del PSOE en la Cámara baja. Estoy de acuerdo. Pero no les he oído nunca apostar por un referéndum legal, única forma de saber si realmente son o no una minoría. He escuchado a Albert Rivera e Inés Arrimadas, de Ciudadanos, reclamar unas elecciones autonómicas en Cataluña, para, dicen, restablecer la democracia y la convivencia. Rajoy acaba de convocarlas para el 21 de diciembre, para lo cual ha tenido que disolver, ¡toma democracia!, el Parlament elegido libremente por los catalanes en septiembre de 2015. Es de suponer que los independentistas catalanes no van a aceptar la autoridad del Estado, pues en eso consiste la DUI, por lo que el Gobierno tendrá que imponerse por la fuerza: ¡toma convivencia! Y en esas condiciones, habida cuenta del respaldo social del independentismo, mayoritario o no, difícilmente se podrán celebrar unas elecciones autonómicas. Mas si, en el mejor de los casos, éstas llegaran a celebrarse, ¿qué ocurrirá si vuelven a ganar los independentistas? ¿Habrá que volver a disolver el Parlament y celebrar nuevas elecciones autonómicas y así hasta que pierdan? Se llaman demócratas y no lo son? Y el pragmatismo tampoco es lo suyo.