El presidente del PP de Canarias, Asier Antona, tomó hace algún tiempo la decisión de hacerse una persona mayor. Lo hizo cuando fue incapaz de cerrar un acuerdo de gobierno con Fernando Clavijo. No lo tenía nada fácil, ciertamente, pero optó por una vía que convirtió la entente en imposible: pedir mucho, admitir una rebaja y a continuación pedir lo mismo que al principio, pero un poquito más. Por supuesto, rompió la cuerda, se desolló las manos y corrió a llorar a la calle Génova, donde le dieron simultáneamente una piruleta a juego con la corbata y la instrucción de que no se le ocurriera, ni en sus más eróticos sueños adolescentes, apoyar una moción de censura contra el Gobierno de CC. Cualquier cosa, menos avalar una moción de censura, o su equivalente, votar en contra del proyecto de ley presupuestario para 2018, porque el valor del solitario voto de los coalicioneros en el Congreso de los Diputados estaba por encima de las urgencias de su testosterona. Antona, sin embargo, ha determinado crecer, y ayer lunes, en un gesto sorprendente, sumó al PP a Podemos y Nueva Canarias en una solicitud para un pleno extraordinario que vote la destitución de Santiago Negrín como presidente del ente público Radiotelevisión Canaria. Sus vais a enterar, Clavijo y compañía.

La Televisión Canaria se quedó hace tiempo sin consejo rector. Uno a uno sus consejeros cogieron la puerta, y María Lorenzo, propuesta en su día por el PSC-PSOE, se ha quedado y deambula por TVC -metafóricamente, pero no tanto - como la ama de llaves de Rebeca recorría las decadentes habitaciones de Manderley. Mover cualquier cosa, abrir cualquier ventana, se le antoja a Lorenzo un grosero desatino, cuando no una ilegalidad manifiesta. Bajo su severo juicio Santiago Negrín es un demonio que quizás no sabe que lo es, como le ocurría a Joan Fontaine en la película. Curiosamente las fuerzas con representación parlamentaria no han hecho ningún esfuerzo en recomponer el consejo de administración. Entre otras cosas porque - muy razonablemente - Podemos y Nueva Canarias exigirían estar representados, lo que mermaría la cuota de los tres principales partidos de la Cámara. Pero, sobre todo, porque no existe un proyecto de televisión pública consensuable entre conservadores, socialdemócratas, nacionalistas dizque izquierdosos e izquierdas supuestamente rupturistas. Y menos aun un acuerdo viable para encontrar un sustituto a Santiago Negrín que satisfaga a todos.

Asier Antona ha desplegado una inusitada actividad desde su pueril frustración de la pasada primavera. En realidad sus ardientes deseos de maquiavelizarse hasta parecer un político adulto, astuto y flexible comenzaron antes, cuando le decía al oído a una muy ansiosa Patricia Hernández que el PP se abstendría si el PSC presentaba una moción para derribar a Clavijo. También se lo dijo a otros, hasta el punto que Hernández, en esos vertiginosos días de finales de noviembre y principios de diciembre del pasado año, comentaba entre bromas agoreras a podemitas y neocanarios que confiaba más en la abstención del PP que en el voto de las izquierdas parlamentarias. En esa ocasión la más ingenua fue la entonces vicepresidenta, que no entendió que Antona seguía jugando a los trompos, si es que alguna vez jugó a los trompos en la calle Real, y el trompo que más giraba era el mismo líder de los conservadores, desplazándose hacia Clavijo a toda velocidad pocas semanas después. Ayer volvió a las andadas reclamando un pleno extraordinario como una pica para clavar la cabeza de Negrín y proclamarse el Señor de las Moscas. Lo hizo para hacer olvidar, con una jugada de suprema inteligencia, que el PP había firmado la pasada semana su apoyo al proyecto de ley de los presupuestos generales de la Comunidad autonómica para 2018, el instrumento que permite al demonizado Gobierno de Clavijo desplegar sus políticas económicas, fiscales y sociales.

Porque ese el triste destino de Antona en lo que resta de legislatura: tocar la trompeta del Apocalipsis cada mañana anunciando el cataclismo al que CC arrastra a Canarias para luego soportar en la jeta las cosquillas del matasuegras de los nacionalistas cada tarde: la barbita no te protege de la realidad, de tu intransferible realidad. Si resulta imprescindible, incluso, el presidente del PP canario les presta la trompeta a los consejeros del Ejecutivo para anunciar el presupuesto más expansivo de la historia de la Comunidad autonómica. Por eso su exasperado empeño en encontrar, en su apurado y estrecho margen de maniobra, un mínimo espacio propio, un espejo que refleje esa valía que asombrosamente nadie manifiesta, un perfil de estratega brillante y despiadado capaz de condicionar la política en las islas. El relato del político como excelso maniobrero de genial avilantez ha hecho mucho daño. No hay parvulito en las instituciones públicas que no sueñe con ser Frank Underwood o, más escalofriantemente todavía, Paulino Rivero. Lo peor del caso del joven Antona es que, además, juega a la brujería política buscando eludir el riesgo, una actitud temerosa en la que no incurrían Underwood o Rivero. Nunca arriesga verdaderamente nada porque no diseña estrategias, sino que sufre convulsiones, no alumbra ideas, sino que aborta ocurrencias. Con su jugada de ayer cree estar seguro. Negrín aportará los informes jurídicos que lo avalan --como suele ocurrir en la praxis de las empresas mercantiles - como órgano de contratación unipersonal capacitado para convocar -que no para fallar -el concurso de prestación de los servicios informativos para la TVC durante los próximos ocho años, y el PSC-PSOE se abstendrá de votar su destitución. Por tanto el PP, por soberana decisión de Antona, se sumará a una iniciativa contra el Gobierno regional desde la seguridad de que no prosperará, entre otras razones, porque si lo hace lo más probable es que la tele autonómica deje de emitir y se vaya a negro. Antona demostrará así (no demostrará así) por enésima vez su lucidez política y su independencia de criterio consiguiendo, al mismo tiempo, no enemistarse con nadie.

Lo que ignora es que en política siempre deviene imposible prosperar no enemistándose con nadie. Es precisamente la primera lección de la madurez de cualquier líder e incluso de cualquier concejal. A Antona -como al PP -- la televisión autonómica siempre le ha importado una higa, salvo a efectos de cuota de poder audiovisual. Incluso es incapaz de verla como demostró aquella ocasión en la que quiso fotografiar una imagen de la pantalla de una tele y el reflejo le devolvió su propia y afanosa imagen en gayumbos. Fue tan atolondrado que colgó la ridícula foto en las redes sociales antes de reparar en su error. Esa imagen sintetiza perfectamente no solo todo lo que sabe Asier Antona de televisión, sino como que es lo que quiere que se vea y, al mismo tiempo, lo que puede verse de él.