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Javier Durán

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Javier Durán

Política y 'tasa rosa'

A veces el postureo de Podemos en el Parlamento irrita, y aún más si los gobiernos de turno hacen seguidismo frente a sus propuestas de esteticismo político. Y lo digo por la llamada tasa rosa, por la que la adquisición de productos como las compresas y tampones, de uso femenino, se ven favorecidas de una rebaja fiscal del IGIC. Una medida del Ejecutivo regional a la que sólo se le puede aplicar el calificativo de pintoresca, dado que sólo supone un ahorro de dos a ocho euros al año para cada mujer. La trascendencia de la propuesta es tan misérrima que ni el mismo hecho de que sea pionera en Europa la convierte en motivo de celebración para aumentar la concienciación para la igualdad de sexos o contra el maltrato machista, tan cebado un día sí y otro no de víctimas. ¡A la tasa rosa se la llama política de Estado! Señores, a esto no se lo puede llamar de otra manera que situación paupérrima, con carencia de defensas, frente a una verdadera lacra social. Y aquí la respuesta es la tasa rosa, un reflejo de la profunda desconsideración que se le tiene al meollo de la cuestión, y a lo agradable que resulta tener contenta a la muchachada de Podemos con pinceladas que en modo alguno agrietan o tensionan las cuentas de la autonomía. La iniciativa presupuestaria, de largo alcance macroeconómico, tiene tras sí un grave problema: la banalización de la política. El afán publicitario, de enganche, parece primar sobre los intereses de transformación social que se esperan de un político que tiene un cometido tras obtener unos votos. La migaja de la tasa rosa poca o ninguna fuerza ejerce ante comportamientos machistas, cuyo arraigo crece entre adolescentes, y que no acaba por ser desterrado en los ámbitos laborales e incluso políticos. Seamos serios, esto no es un magazine en hora punta.

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