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en voz alta

¿Y por qué no denunciaron antes?

En los últimos meses asistimos a un brote de denuncias de acoso sexual inédito. Y digo "inédito" porque jamás antes se había producido con la extensión numérica y geográfica de nuestros días. En los últimos meses no han cesado las denuncias, de mujeres, que daban a conocer abiertamente haber vivido situaciones en las que normalmente su superior exhibía un comportamiento verbal, no verbal o físico de índole sexual. Por supuesto, no consentido. Por supuesto, atentando contra la dignidad de las personas -las mujeres-. Por supuesto, creando un entorno intimidatorio, humillante, hostil y ofensivo.

En Estados Unidos, las dos cámaras legislativas van a incluir en su plan de formación contenidos sobre el acoso sexual después de haber reconocido que entre 1997 y 2016 han pagado 15 millones en concepto de denuncias por discriminación. El pasado mes, el debate se coló en el Parlamento Europeo no solo para sancionar los abusos sexuales de un conocido productor de cine, sino también para reconocer que el acoso sexual está presente en sus despachos. Y las denuncias de acoso sexual vertidas a actores en Hollywood y presentadores de las más prestigiosas cadenas televisivas han animado a que otras muchas mujeres, en otros muchos países y en otros muchos ámbitos, se hayan sumado a la denuncia de haber sufrido acoso sexual.

Los episodios que hoy empezamos a conocer ocurrieron hace muchos años. En algunos casos, hace décadas. Esta distancia temporal ha suscitado, entre determinados sectores, entre determinadas personas, la pregunta de ¿y por qué no denunciaron antes? Por supuesto, no es una pregunta bien intencionada, sino que viene cargada de prejuicios, los mismos que sostienen la cultura del abuso. Quienes la plantean la responden con los mismos argumentos que sirven para continuar culpabilizando a las mujeres y que restan responsabilidad al agresor sexual. Los nuevos fenómenos, lo que puede ser tildado de "inédito", no se responden con viejos argumentos. La denuncia de comportamientos que históricamente se han visto como normales solo se podía producir cuando el mundo, la clase política, las grandes empresas empezaran a sancionar socialmente los comportamientos violentos que sufren las mujeres. Lemas como #niunamenos o #meToo [a mí también] abanderan no solo las causas que defienden movimientos civiles, el feminismo. Hoy son eslóganes compartidos por amplios sectores de la sociedad. La cultura sexista no tiene sus días contados, pero sí vive un momento inédito.

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