La Provincia - Diario de Las Palmas

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sol y sombra

El cultivo del odio

Esa idea falible y repugnante que es el nacionalismo nos ha traído de nuevo el recuerdo del horror con la condena a cadena perpetua de Ratko Mladic, el exgeneral serbio culpable del genocidio de musulmanes en Srebrenica durante una de las etapas más crueles de la guerra bosnia. Clara Usón escribió hace unos años, combinando distintas voces narrativas, una novela estremecedora, La hija del Este, en la que por medio del drama familiar nos transporta al pavoroso mundo de personajes como Milosevic, Karadzic y Mladic. Todos protagonistas de los mayores crímenes de guerra en Europa después de la segunda gran contienda mundial. La novela es buena, la realidad muchísimo peor porque, además, estaba ocurriendo no hace todavía mucho en un rincón no demasiado alejado. Las atrocidades en nombre de la limpieza étnica por parte del nacionalismo extremo y excluyente en la antigua Yugoslavia marcan el último punto culminante de una religión homicida como ninguna otra. La carnicería se produjo como consecuencia del odio acumulado desde una estación anterior del horror llamada nacionalsocialismo, siempre la misma historia, en la que los nazis croatas de la Ustacha exterminaron sin piedad a la población serbia. El nacionalismo cultiva el odio y por ello el ajuste de cuentas. No podría ser de otra manera, está concebido desde la supremacía de un ser sobre otro. En circunstancias extremas conduce al conflicto, no es de sorprender que una Europa pensada para unir a los pueblos se defienda frente a los que instigados por el resentimiento y la exclusión luchan por separarlos. A veces de forma tan dramática como en Yugoslavia.

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