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CARTAS A GREGORIO

Manuel Ojeda

Las navidades de Pepe Arencibia

Querido amigo: El pintor José Arencibia Gil (Telde, 1914-1968) fue siempre un individuo excepcional, un personaje encantador que tenía la costumbre de invitar a un necesitado al almuerzo de Navidad; a un desconocido que no solo invitaba a comer en su casa, sino que lo sentaba a su mesa con su mujer y sus hijos como uno más de la familia.

Vivía en Telde en la misma calle que mi familia, en una casa finca donde pintaba escuchando las fugas de Juan Sebastián Bach.

Al terminar la Guerra Civil lo metieron en la cárcel en Valencia por luchar en el bando republicano y, de vuelta a Canarias, fue perseguido por el régimen franquista hasta que consiguió reincorporarse a la sociedad canaria de la época como artista y, sobre todo, como la persona jovial y vitalista que siempre fue.

Y quiso el destino que de aquel republicano rebelde y su esposa Rosa Betancor, una mujer bellísima que en muchas ocasiones fue su musa y modelo, naciera Luis, su primer hijo, para hacerse nada menos que cura.

Su padre nos llevaba entonces al Seminario de Tafira en un coche descapotable atravesando a toda pastilla la carretera de Marzagán cuando Luis era seminarista, aunque poco después de ordenarse colgara los hábitos para casarse y tener cuatro hijos. Aun así, tuvo tiempo para casar antes a mi hermano Claudio, que todavía se pregunta si su matrimonio sigue siendo válido después de que el cura que lo casó se divorciara de la Iglesia...

Luis Arencibia fue mi mejor amigo en la infancia y la primera juventud, y casi acabamos juntos en el Seminario. Hoy, siguiendo los pasos de su padre, es un artista reconocido que durante décadas ha sido director de Cultura del Ayuntamiento de Leganés, cargo que fue creado para él en la ciudad donde le deben la creación del museo de escultura contemporánea al aire libre.

Luis me contó que en cierta ocasión su padre quería pintar al Apóstol San Juan Bautista, y pensó en tener como modelo a Chano, un barrendero de Telde apodado el Carpiento, posiblemente por lo sucio y harapiento que solía andar.

Así que, se lo hizo saber, y el día siguiente a primera hora estaba Chano en casa de don José, tan limpio, afeitado y bien vestido que el pintor apenas lo pudo reconocer, hasta que se dio cuenta y le montó un pollo gritándole que volviera la semana siguiente sin lavarse ni afeitarse y tan harapiento como de costumbre, que era el modelo que necesitaba para pintar su San Juan...

En enero del año 1968, el inolvidable Pepe Arencibia fue con su mujer al Baile de Reyes como la culminación de aquellas fiestas navideñas, y fue allí que al artista se le rompió el corazón entre la música y el baile de Año Nuevo que, puestos a elegir, tampoco es una mala forma de dejar este mundo.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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