Cuando nos encontramos, esporádicamente, aquellos que con nuestro impulso y verbo participamos en la última reunión organizativa para la creación de nuestra Universidad, en uno de los salones del Círculo Mercantil, tenemos una sonrisa, no sé si cómplice de triunfo, o de recuerdo afectuoso a todos cuantos iniciamos ese "caminante no hay camino se hace al andar". Es el sabor y el acierto cultural de una preciosa herencia a nuestros hijos, hoy ya muchos de ellos graduados y en su ejercicio profesional y otros de profesores, preparando ya a nuestros nietos.

Muchos de unos y otros no saben los antecedentes de la misma en otras intentonas anteriores, como la del Gabinete Literario. Se debería escribir por la pluma fácil de, por ejemplo, Ángel Tristán Pimienta, la lucha abierta del pueblo de Gran Canaria para conseguirla, pues hoy en día los alumnos que la disfrutan no tienen ni idea de cómo fue todo el proceso y de quienes fueron sus impulsores y los detractores de aquí, que los hubo, que para mayor escarnio tuvieron la indignidad más tarde de admitir ser nombrados y aceptaron el nobilísimo cargo de Doctor Honoris Causa.

¡Lo que son los mediocres aupados por la vanidad de la honra y el cargo!

Se consiguió gracias a la enorme fuerza de un grupo que estaba dispuesto a no salir de la reunión sin un símbolo que fuera el disparadero de salida. Ese símbolo o lema lo acuñó el gran y valiente periodista Ángel Tristán Pimienta en su discurso ¡¡¡ Ahora sí!!! Repetido con fervor y alegría, por lo acertado, por todos los asambleístas que sabíamos que aquello era ya imparable.

El pueblo llano respondió masivamente a ese grito de ¡Ahora sí! en la calle, de forma desbordante, aplastante, exigente, y altanera.

Luego, los organizadores primeros fueron olvidados; pero los políticos desbordados por esa masa de unas 300.000 personas, que ya empujaba mentalmente los ladrillos de su edificación, no tuvieron más remedio que lidiar ese toro con la amenaza de que si no lo conseguían, volveríamos otra vez y esta segunda ya no sería tan pacíficamente. Se asustaron los muy cobardes. Nuestros padres e hijos la querían y necesitaban para estudiar. No podían haber más frustraciones por razones económicas ni por oposiciones de La Laguna, que al ver que la cosa se les iba de la mano quisieron hacer una Universidad Regional, si pero no. Llegaron tarde, solo a soltar toda la baba del insulto a la "escuelita." Se hizo camino al andar y se anduvo con una ilusión que aumentaba conforme aquella, con dificultades que aún perduran, fue tomando cuerpo y presencia, pues a los de izquierda más izquierdazos, que se les llenaba la boca con la defensa de los más humildes no les interesaba que estos se ilustraran pues temían perderlos como seguidores o ser sustituidos y combatidos por hombres libres que no borregos frustrados y fracasados, fáciles de manejar y arrastrar en su desesperación e incultura.

Ahora ha llegado el momento, aunque un poco tarde pero aún a tiempo, de los recuerdos y reconocimientos a ese equipo inicial en el que no había ningún político, y que fue el primer impulsor de nuestra Universidad. Que no queden en el baúl del olvido y la ingratitud. Ellos y nuestra Universidad se lo merecen.