Que vivimos en una sociedad machista es sabido por todos. El elevado índice de feminicidios habla por sí solo, las desigualdades sociales, laborales y de género son el pan de cada día, pero hay algo, más silencioso, que también me cabrea bastante. ¿Recuerdan el dicho "detrás de un gran hombre hay una gran mujer"? Pues resulta que sí que es así, pero no del todo.

Me explico: imagínate que estás con un hombre cuyo intelecto está reconocido públicamente, imagínate que tú también eres de mente inquieta. Que te gusta crear a diestro y siniestro, que lees a Dostoievski y a Tolstói, entre otros, y que te encanta el cine clásico, la ópera y demás. Pues resulta que nanái, que no te esfuerces, que serás una gran mujer y tal pero solo lo eres para agradar o intentar ponerte al nivel de tu pareja, el intelectual, que por ti sola no vales nada.

Así que sí, "detrás de un gran hombre hay una gran mujer", pero nuestra valía no se reconoce. A ver, a todas las mujeres -o por lo menos a las mujeres que me rodean- nos encanta que nos reten intelectualmente, que nos desafíen, por lo que uno de los requisitos indispensables que tiene que tener el hombre que nos galantee es cultura. Intereses. Lo que mi abuela llamaría: "tema de conversación". De resto, puede ser más guapo o menos guapo. Más alto o menos alto. Más gordo o menos gordo. Pero dime tú si hay algo más orgásmico que una buena conversación y una copa de vino. Pero claro, todo no son violines, luego está esa gente que considera que una es culta -o intenta serlo-, que quiere superarse, avanzar, cumplir sueños, por competir con su pareja, el intelectual. Como si antes de él una no hubiera leído, no se hubiera cultivado. Como si "durante" él esas ganas de comerse el mundo no continuaran formando parte del sino de una mujer. Y como si después de él no siguiese también hambrienta de conocimiento.

Lo bueno de estar con una persona con un bagaje cultural rico es que te hace mejor persona, obviamente. Te nutre, te enriquece. Pero eso sucede con tu pareja, con tus amigos, con los niños -que nos dan veinte vueltas a los adultos en sabiduría y sentido común, lo creamos o no-. Sucede en general con la vida, siempre y cuando estés atento, despierto, avispado. Ansioso de saber y querer más. Así que me jode, y mucho, que haya quienes consideren que si una quiere llegar lejos en la vida es para demostrarle a su pareja, el intelectual, de lo que es capaz. Para estar a la altura de sus duelos.

No sé lo que piensa el resto de mujeres de mi entorno o del mundo, pero, en mi caso, mi peor enemigo, la única persona con quien me reto, a la que desafío y con la que compito constantemente soy yo misma. No necesito demostrarle a nadie más mi valor, no necesito el reconocimiento de ningún hombre, tampoco me esfuerzo para que digan: ¡es una gran mujer! Lo único que me genera ese placer, por narcisista que resulte, es mirarme al espejo y decirme: ¡Olé, con dos ovarios, lo has conseguido! ¡Ahora a por más! Por lo restante, detrás de una gran mujer no tiene que haber nadie.