Hay que?! ¡Hay que?! ¡Hay que qué! Cada vez que él, ella, ellos, ellas, o yo mismo, sin ir más lejos, pronunciamos eso de "hay que" o "tenemos que" me encolerizo. Son dos palabras que me sacan de quicio. Son dos palabras que expresan la aceptación del interlocutor de que existe un problema y simultáneamente una voluntad nula de resolverlo. No piensa mover un dedo aunque de su boca oímos el "hay que". Porque la solución resulta incómoda, trabajosa y arriesgada. O, simplemente, no hay solución. Si se trata de un dirigente político, cuando le preguntan por la solución que iba a dar con el "hay que" o "tenemos que" y las cosas siguen como están o peor, esgrimirá, lo más socorrido, que no hay presupuesto y con ello la pelota pasa de manos. Los ciudadanos espabilamos, somos menos ingenuos después de comprobar que en el 100% de las cuestiones que nos angustian no sólo no se resolvieron, sino que también se evidenció que los hayquehacer no respondieron con medidas efectivas. Miento, sí, algo hicieron, posaron muy curiosos y con lacitos para la foto de primera plana. Dieron discursos vacíos: No se puede consentir y tenemos que?, hay que poner el énfasis?, me preocupa aunque estamos a tiempo y hay que? (45 asesinadas por violencia de género en lo que va de año), hay que implicar a los sectores afectados?, es una responsabilidad de todos por eso tenemos que?, en defensa de la igualdad y de la justicia hay que?, no es lícita la indolencia ni la indiferencia contra la violencia, por eso tenemos que? Cuando el agobio y la presión llegan a cotas que preocupan a los mandatarios por una absoluta falta de credibilidad ciudadana, salta el último "hay que", yo diría el categórico: hay que firmar un Pacto de Estado. Corríjanme si no lo entiendo bien. Un Pacto de Estado es un acuerdo de las fuerzas políticas, sean del signo que sean, para enfrentarse al problema con una acción concertada e independiente del partido que esté en el gobierno. O sea, si mañana vemos surcar nuestro cielo de platillos volantes repletos de extraterrestres con malas intenciones y fusiles que disparan rayos letales de colorines fosforescente, entonces se firma un Pacto de Estado. Ni rufianes, ni marianos, todos en una piña a luchar contra el invasor. O sea, después de 885 mujeres asesinadas en los últimos catorce años por violencia de género, que se sepan, deciden, por fin, los "hay que" firmar un pacto para frenar la salvaje sangría. Yo, les juro por mi santa madre, que pensé que eso ya estaba firmado y rubricado, es más, pensé que un problema de tamaña envergadura no precisaba de pactos, ni de la madre que lo añó, que aquí, con este demonio delante, los partidos se olvidaban de apuntarse tantos y todos apuntaban al centro de la diana. Por lo visto, no. Amigos, no quisiera, pero soy pesimista. Mala igua. Reunión de rabadanes, ya se sabe. Otra cosa, tal vez más alentadora, sería ver reunidos en la misma mesa a juristas, policías, sociólogos, profesionales de Salud Mental, economistas, por ejemplo. A la violencia machista se la dispara con postas y eso cuesta una pasta. Empecemos por ahí.