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INVENTARIO DE PERPLEJIDADES

Unas navidades en alerta

La explotación comercial de la Navidad se anticipa cada vez más. Y ya no le llega el tiempo que va desde el 24 de diciembre hasta el 6 de enero cuando los tres Reyes Magos que vienen de Oriente dejan sus regalos en las casas de los niños que se portaron bien a lo largo del año. Ni tampoco la ampliación que supuso considerar prenavideños los días que siguen al 8 de diciembre, que es cuando en el orbe católico se celebra el milagroso embarazo de la Virgen María por el Espíritu Santo. Ahora se da como normal que los ayuntamientos financien la iluminación navideña de calles, plazas y edificios emblemáticos a partir del día 1 del último mes del calendario. Y no ha de quedar ahí la cosa porque últimamente ya se incorporó a la orgía consumista el último viernes de noviembre, más conocido en inglés como "Black Friday" (Viernes Negro), que es como un traslado a esa fecha de lo que antes llamábamos Rebajas de Enero. En esto se ve que los planificadores del consumo prefieren espabilar el bolsillo de la clientela en el inicio del periodo de excitación consumista que no al final, cuando ya casi no queda dinero por rascar. No obstante, este anticipo de la explotación comercial de la Navidad trae también como consecuencia un anticipo de las medidas de seguridad por parte de las autoridades en previsión de que las grandes aglomeraciones humanas que propician puedan ser objetivo preferente de los terroristas. Al respecto, leo en los medios que el nivel cuatro de alerta de atentado (riesgo alto) se ha visto reforzado selectivamente, aunque sin llegar a cinco, lo que hubiera implicado el recurso a las Fuerzas Armadas. En cualquier caso, eso supone la instalación de bolardos y macetas de hormigón en calles y plazas, el cierre de algunas zonas comerciales al tráfico y mayor presencia policial en las vías por donde circula la riada humana que va de compras. Las aglomeraciones estimulan la presencia de amigos de lo ajeno, como carteristas y pequeños delincuentes, pero también, como quedó acreditado en París, Berlín, Londres, Bruselas y Barcelona, de esa clase de terrorismo de inspiración supuestamente islámica que atenta indiscriminadamente contra la población civil. En unos casos contra ciudadanos de países occidentales, y en otros contra miembros de una comunidad religiosa también islámica, pero considerada hereje. Como acaba de ocurrir en la localidad de Bir al Abed en el Sinaí egipcio, donde un grupo de hombres armados, tras bloquear las puertas de una mezquita sufí donde rezaban cientos de fieles, comenzó a disparar contra ellos matando a más de trescientos e hiriendo a otros cien. Luego, huyeron hacia una zona montañosa donde se supone están refugiados militantes del llamado Estado Islámico. La matanza tenía un objetivo siniestro: eliminar a prácticamente todos los hombres de una pequeña localidad de apenas setecientos habitantes. Solo ellos estaban dentro rezando. Opinar sobre lo que ocurre en Egipto, donde hay una dictadura militar que no respeta los derechos humanos, es complicado, pero el horror de esta matanza nos invitaría a una mínima reflexión sobre un terrorismo que ya no atenta contra grandes personajes de la política, las finanzas, la realeza o la milicia, sino contra la población civil, incluso contra la población que hace compras de Navidad.

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