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gente corriente

Ricos listos, ricos tontos

Lo patriótico es pagar impuestos. Eso dicen los empresarios millonarios de Estados Unidos en contra de la gran rebaja fiscal de Trump. Quieren contribuir más a la sociedad. Y lo argumentan: la desigualdad no es buena para la gente rica, ni para los inversores ni para los negocios.

No sólo es un asunto moral sobre los pobres. Son ricos pero no tontos. Saben, porque lo han vivido con Reagan y Bush, que bajar salvajemente los impuestos no se traduce en mayor recaudación (sí, la curva de Laffer es un cuento).

Consecuencia: menos ingresos suponen menos servicios públicos, lo que conduce a una sociedad más empobrecida y desigual. Y las desigualdades, al margen de cuestiones éticas, termina pasando factura a los ricos.

Patrióticos y sobre todo listos estos americanos. Igualito que aquí, donde predominan los tontos en un país que se sitúa a la cabeza de la UE en la desigualdad por renta. Un país donde muchos de esos empresarios tan nuestros se empeñan en empobrecernos.

No lo digo yo. Lo dicen los datos. Los beneficios empresariales han superado con creces la crisis a costa de una peculiar y mal entendida productividad: trabaja el doble y cobra la mitad. ¿Piensan nuestros empresarios más allá del balance del mes? Pues claro que no. Están convencidos de que las plusvalías se obtienen mayormente pasando la guillotina al sueldo de sus empleados.

Si razonaran como los yanquis, sabrían que los trabajadores pobres no compran productos. Como también conocerían que ampliar la base de la renta de los ciudadanos multiplicaría el mercado, su negocio y su beneficio.

Habrá que explicarles que el dispar reparto de la tarta daña el consumo del que viven sus empresas. Sólo el consumo de las familias representa cerca del 60% del PIB siendo el motor del crecimiento económico en España. ¿Oyeron?

Y seguimos con desigualdad. Cuando se apuntan a pagar menos impuestos, tengan clara una cosa: tendrán menos mano de obra cualificada que aporte valor añadido a sus negocios.

¿Que cómo es posible? Pues tan simple como imaginar un candado en las universidades públicas. Así que ya pueden procrear. Sólo les quedarán sus hijos en sus carísimos centros privados para hacer crecer la empresa.

Por no hablar del descontento social que provoca la inequidad, un caldo de cultivo para el auge de los populismos. O del incremento de las tasas de criminalidad que se registran en proporción a la desigualdad.

Miren a los grandes. El Foro Económico Mundial lo tiene claro. Los líderes empresariales creen que uno de los mayores riesgos para la economía es la desigualdad. Y extiende recetas para combatirla.

La primera es abonar los impuestos necesarios que contribuyan a una sociedad justa. La segunda es pagar decentemente a los empleados junto a la inversión constante en innovación y tecnología.

Es así como los listos obtienen ganancias en un crecimiento sostenible. Sólo los tontos no comparten la prosperidad.

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