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CRÓNICAS GALANTES

Crisis en los partidos de orden

Coinciden los augures del voto en que Podemos va a sufrir una baja considerable de ese alimento en las próximas elecciones; y lo atribuyen a su posición en el caso de Cataluña. Pero igual no es por eso -o no solo-, sino por la caída que, en general, están experimentando los partidos conservadores.

El de Pablo Iglesias júnior nació amamantado por las acampadas urbanas del 15-M. Aquel fue un movimiento extrañamente juvenil que se basaba en la reivindicación -tan española- del piso en propiedad y la condonación de las hipotecas. Con eso no se hace una revolución, naturalmente; pero sí que se atrae a gente de todas las edades golpeada por la crisis económica. De ahí a pescar cinco millones de votantes no medió más que un corto paso.

Todo esto lo contaban muy bien hace ya veinte años los guionistas de la película Trainspotting. "Elige la vida, elige un empleo, elige una familia, elige un televisor grande que te cagas, elige hipoteca a interés fijo, elige un piso piloto", decía el narrador en los primeros fotogramas del filme. Se burlaban así del nuevo orden instaurado por Margaret Thatcher en el Reino Unido, si bien no es menos cierto que al final de la peli el protagonista en funciones de narrador acababa por sucumbir a todos esos estímulos del viejo capitalismo.

No hace falta acudir a Thatcher para identificar en ese modelo ultraconservador de vida a la España del pisito y el cochecito, tan atinadamente retratada hace medio siglo por el italiano Marco Ferreri. Tanto da si de izquierdas o de derechas, la meta del español medio consistía -y consiste- en que el banco le conceda una hipoteca para comprar un piso y un coche mejor que el del vecino. El tamaño de la tele ya es una cuestión secundaria, aunque no por ello carente de importancia.

Podría esperarse de los chavales, que son minoría en este anciano país, una actitud revolucionaria o al menos insurgente contra ese viejo orden basado en la propiedad y el consumo. Ocurrió, sin embargo, lo mismo que con los rusos cuya llegada esperaban ansiosos los pocos rojos de toda la vida que aquí quedaron tras la Guerra Civil. "Para una vez que vienen, se ponen a jugar al baloncesto", comentaron decepcionados los seguidores de Radio Pirenaica cuando el CSKA de Moscú cruzó por primera vez el telón de acero hacia España para enfrentarse al Real Madrid de básquet.

Otro tanto puede decirse del partido -no de baloncesto, sino de política- que hace unos pocos años rompió con casi cuatro décadas de bipartidismo en este país. El equipo acaudillado por Iglesias prometía acabar con el régimen del 78 e inaugurar una nueva era de progresismo y libertades; pero qué va. Su programa, de orden más hipotecario que revolucionario, parece haber acabado por despistar a muchos de sus votantes de primera hora; lo que tal vez explique el bajón que ahora mismo sufren en las expectativas de voto.

Ya fue un mal síntoma que su primer acto de insurgencia consistiera en sentarse en la Puerta del Sol y otras plazas de España, como si esperaran que esa posición sedente fuese a inquietar al poder. Lo demás quizá vino por añadidura.

Tampoco habrá de extrañar que no sea Podemos el único partido conservador afectado por los malos augurios de las encuestas, que igualmente castigan a otros bandos más tradicionales tales que, un suponer, el de Mariano Rajoy. El caso es que los partidos de orden e hipoteca están en crisis. Se ignora por qué.

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